Ribeiro, imágenes con historia

El Arrabaldo en Ribadavia

El Arrabaldo, años cincuenta. Foto del Museo Etnolóxico.
photo_camera El Arrabaldo, años cincuenta. Foto del Museo Etnolóxico.

La desaparecida capilla de San Roque que a mediados del siglo XIX fue preciso demoler por las obras de la carretera Villacastín - Vigo a su paso por la villa, se encontraba en el entorno de la presente postal. La zona era conocida desde tiempos inmemoriales como El Arrabaldo, por su desarrollo extramuros en las inmediaciones de la iglesia de la Oliveira, cuyas fiestas patronales el 15 de agosto simultaneaban los dos topónimos, siendo conocidas como las de La Oliveira o del Arrabaldo.

La fotografía, tomada a finales de los años cincuenta, nos presenta un escenario arquitectónico que, salvo fachadas reformadas o añadidos posteriores, como el tercer piso del edificio de la farmacia de don Carlos (hoy de García Carrera), mantiene inalterable su perfil. Sin embargo, el mobiliario urbano, léase gasolinera, y el propio urbanismo de la zona sorprenderán a los nacidos posteriormente.

La falta de enfoque en la imagen nos impide mostrar el surtidor instalado primeramente en la acera de la confitería de Benito Muradás, de donde pasaría a la esquina de enfrente, junto a la tienda de Antonio Martínez El Meliñas su dueño. En San Francisco, entonces un populoso e industrial barrio con cinco fábricas de ataúdes, había otro idéntico gestionado por los Pérez Lorenzo, la familia propietaria, conocida como Los Quines. Ambos depósitos, a golpe de manivela, suministraban el combustible al parque móvil local y transeúnte.

Respecto al urbanismo, la prolongada barandilla que a la derecha de la imagen salvaba la acera de un acentuado desnivel, nos muestra la calle que comunicaba la rúa Norte con la zona de Los Ferreiros. En octubre de 1887 el semanario local El Avia informaba a sus lectores: El sr. alcalde ha ordenado que la calle que conduce a Los Ferreiros sea nominada en lo sucesivo con el de “el Avia” a cuyo objeto ordenó su rotulación. (… ) y en tono ocurrente añadía (…) Expresivas gracias a la autoridad local por hacer imperecedero de aquel modo el recuerdo de nuestra humilde publicación”.

Dicho vial permanecería con su estructura primitiva hasta 1960, cuando durante la alcaldía de Joaquín Robla, se procedió al relleno de la zona con materiales de desecho. La obra lenta y no exenta de polémica, pues los edificios adyacentes vieron cegados sus sótanos, no se rematará hasta 1965, cuando tras la construcción de las actuales escaleras, se instalaron las banquetas, que de modo espontáneo dieron nombre al lugar.

La instantánea congelada en aquellos años, nos muestra el dinamismo de la zona donde en la calle Norte asoma por la derecha la casa del médico Rubén García, con su consulta y vivienda. Muy próxima estaba la taberna de la señora Carmiña, cuya propietaria también tenía en la calle una fonda donde pernoctaban viajantes, transeúntes, los cómicos que actuaban en nuestros escenarios, y en época estival los heladeros ambulantes con su carrito. Le seguían La Pandeira y la Ferretería Freijido colindante con el edificio de tres pisos en cuyo bajo Moisés ofrecía un amplio surtido en accesorios de motos, a su lado el local de la confitería.

En la acera de enfrente, también petadísima de vecinos, reconocemos la Mercería Lucita, que permanece in situ, y la hojalatería del señor Sixto, a la que seguían la mercería Chao, y el locutorio de teléfonos. Se prolongaba la acera con el bazar López y el bazar Che, colindante con la concurridísima casa de comidas del Urbano. De espaldas a la cámara estaban el concesionario de las máquinas de coser Singer, la ferretería Hijos de Emilio García Deive, la ferretería chatarrería de Fente y Vicente Araujo, cuya barbería era de las más concurridas de la villa.

Pero El tiempo el gran escultor, en palabras de la Youcernar, aunque no alteró sus contornos fue desalojando domicilios, vaciando locales, erradicando surtidores, eliminando oficios y poniendo en peligro de extinción la profesión de sastre, representada entonces en la calle por dos modistas de prestigio: sastrería Pino y sastrería Lino. El topónimo, todos somos conscientes, permanece de modo residual. Tal vez por ello el glorioso San Roque y su cadelo, añorantes de la capìlla, junto a la Virgen de la Oliveira, procesionan el 15 de agosto por su jurisdicción y, marcando territorio, nos recuerdan al vecindario, devoto o agnóstico, la pasada pujanza del Arrabaldo.

Te puede interesar