El grupo escolar de Ribadavia

Maestros en el Grupo de Ribadavia. Años cincuenta.
photo_camera Maestros en el Grupo de Ribadavia. Años cincuenta.
Los recreos, vigilados por los docentes, eran en la alameda y estaba prohibido salir del recinto o “latar” alguna clase

En abril de 1895 el hebdomadario local El Obrero, señalaba a modo de editorial las primordiales mejoras para Ribadavia: el Grupo Escolar, la cárcel, el matadero y la Plaza de Abastos. Por aquellas fechas los alumnos de primaria se distribuían entre la escuela de don Domingo Vázquez en la calle Eduardo Chao, y el colegio de Santo Domingo en el exconvento, y en la rúa Salgado Moscoso ocupando el edificio donde se ubicó el Hospital Viejo, se encontraba la llamada Escuela de Niñas.

La prisión instalada entonces en los bajos de la casa consistorial donde viven revueltos y confundidos hombres y mujeres, niños y viejos (…) y cuyo calamitoso estado denunciaban semanalmente los médicos locales, se hizo realidad en 1903 durante la alcaldía de Leopoldo Meruéndano. El matadero municipal tardaría 10 años más en construirse en el camino de La Foz, junto al puente del ferrocarril, siendo alcalde Fabio López. Pero la Plaza de Abastos y el Grupo Escolar se hicieron esperar hasta 1929, con Jesús Pousa al frente del consistorio.

El precio del solar escogido para el edificio junto al antiguo campo de la feria, superó las 10.000 pesetas y en abril de 1929 El Ribadaviense informaba del primer barreno que rompió la primera piedra donde se alzará la nueva construcción (…) que se alzará como atalaya de cultura. En 1932 la obra realizada siguiendo el arquetipo para estos colegios, planta baja y primer piso, fue entregada al ayuntamiento en medio del aplauso general. Desde entonces cientos de promociones de ambos sexos, pasaron por sus aulas iniciándose en el silabario y las cuatro reglas.

En los años cincuenta en la planta baja estudiaban los niños, excepto la clase de Pilar Padrón, la señorita Pilar, donde estaban las niñas entre cinco y seis años, siendo don Delfín Losada su director. El piso superior estaba destinado para las niñas y doña Clementina G. Tabarés era la directora. Allí antes de iniciar las clases y colocadas en fila, se procedía en medio de cánticos patriotas a izar la bandera en la fachada principal, un ritual que se repetía por la tarde, al arriar la enseña nacional antes de salir.

La generación de esta cronista y sucesivas que tuvo como libro de texto la Enciclopedia Álvarez, estudió en luminosas aulas amuebladas con pupitres de madera con tintero incluido, donde se mojaban las plumas que se esgallaban durante el dictado con más frecuencia de la deseada. Las estufas de serrín eran las encargadas de caldear las estancias en aquellos crudos inviernos, y antes del recreo matinal nos daban la leche en polvo, que con el queso de la tarde constituían el pago en especies que junto a otras retribuciones económicas, abonaban los americanos por las bases militares en suelo español. Dichos recreos vigilados por los docentes, eran en la alameda y estaba prohibido salir del recinto, lo mismo que latar alguna clase, de lo que se avisaba a nuestras familias con rapidez.

A lo largo de estos casi noventa años el Grupo, como se lo conoce coloquialmente, fue adaptándose a los cambios sociales y a los continuos planes de enseñanza; y desde que tenemos democracia se constituyó en el colegio electoral de los vecinos da Vila. Pero el presente curso académico cuestiones de índole interna, aconsejaron el traslado de los escasos párvulos a la Concentración en Os Ferreiros con el consiguiente cierre del centro.

La proverbial desidia de la administración en la conservación de inmuebles que cesaron en su uso, desató las alarmas en quienes formamos parte de su alumnado, el vecindario, porque el Grupo no es un espacio cualquiera, ya que lo vivido y aprendido en sus aulas forma parte junto con nuestra memoria más íntima, de vivencias colectivas. Por ello junto al innegable valor del inmueble y su inmejorable ubicación, el edificio desprovisto ahora de su ADN no debe ser pasto de la incuria y sí dotarlo de nuevas funciones con sus correspodientes servicios de conservación y mantenimiento.

La presente fotografía gentileza de la familia Losada Sequeiros, muestra en parte, ya que echamos en falta a la Srta. Pilar y a la parvulista Srta. Luchy Redonet, el claustro de profesores que en los años cincuenta impartió su magisterio en el Grupo Escolar de Ribadavia; teniendo como fondo la rampa original de acceso al centro, figuran de izquierda a derecha don Pedro Toimil, doña Clementina G. Tabarés (directora) doña Juanita Sequeiros Souto, don Delfín Losada Carnero (director) doña Antonia P. Alba y don Enrique Diéguez, lamentando no lograr identificar a la profesora que posa sentada.

La figura del director que por su jerarquía despertaba un plus de cortesía en el alumnado, era sin embargo invocada en un divertido himno que con unas sonoras pisadas como música de fondo, se cantaba en formación marcial el último día de clase, los niños apelaban a don Delfín y las niñas hacíamos lo propio con nuestra directora, su letra breve y reivindicativa, decía con alegría: Debajo de los tinteros/ saltan los ratones/ para que doña Clementina/ nos de las vacaciones/ punto pedimos y punto nos dan / y si no nos dan punto nos escapamos… Debajo de los tinteros/ (bis ) …(bis)… (bis)

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