La eliminación de la acacia sigue siendo un difícil reto para la asociación Ridimoas, cuando ya han transcurrido 20 años desde que se puso en marcha este proyecto, que implica un gran esfuerzo y un gran riesgo para la salud.

Guerra contra las acacias

Pablo Rodríguez rociando ayer las acacias con herbicida en el bosque Ridimoas (Foto: MARTIÑO PINAL)
Han transcurrido alrededor de 20 años desde que la Asociación Cultural Ecolóxica Ridimoas iniciara las primeras labores encaminadas a erradicar la acacia dealbata (mimosa) de su bosque de Beade.
Los ecologistas empezaron probando diversos herbicidas. El objetivo era eliminar la planta invasora pero sin dañar la tierra ni la vegetación del entorno. Si aquellos comienzos fueron difíciles, ya transcurridos tantos años y con 20 hectáreas de superficie limpia de acacias, el esfuerzo sigue siendo enorme y solo el tesón del presidente de la entidad, Pablo Rodríguez, hace posible la desaparición paulatina de la virulenta planta del bosque Ridimoas.

El intenso calor de la tarde de ayer no le impidió subir a la parte alta del monte, cargando a sus espaldas la pesada máquina motorizada para rociar el herbicida sistémico. Hasta cuatro veces en un mismo lugar es necesario el tratamiento durante el verano, para continuar los cuatro años siguientes con una vigilancia permanente para evitar que rebrote.

El esfuerzo tiene un problema añadido: el riesgo de manipular el herbicida, que aunque biodegradable, es tóxico para las personas que lo utilizan. Por ese motivo, Pablo Rodríguez se protege con un traje de goma, botas, guantes, mascarilla y gafas especiales. Sin embargo, no siempre utiliza la maquina motorizada, también en función de las circunstancias del terreno puede usar una de palanca y, lo que es todavía más complicado, cuando las mimosas están rodeadas de vegetación y árboles autóctonos, entonces es necesario cubrir cada planta con plásticos y tras la tala de las acacias, empapar con una brocha cada uno de los troncos que sobresalen de las raíces. El tratamiento de cada hectárea supone un gasto de 2.000 euros, sin mano de obra.

A estas alturas, en un bosque que tiene una superficie de 500 hectáreas, aún quedan sobre 150 con poblaciones de acacias. 'É algo moi complexo, é un reto sin precedentes o que temos aquí: acabar cunha especie que se convertiu nunha plaga', apuntaba Pablo Rodríguez.

De la tala previa se encargan cada invierno Modesto Raña y Elena Vázquez, un matrimonio de Beade, dedicado a la agricultura y que 'fomos dos primeiros socios de Ridimoas', apunta Modesto Raña. Una hectárea por año es la media que se plantean para dejar listo el terreno a Pablo Rodríguez con vistas a la utilización del herbicida durante el verano. Estos vecinos talan la acacia y la utilizan posteriormente como leña para la cocina y también para hacer estacas para las viñas. 'Nos meses de novembro e octubro imos casi tódolos días ó monte a facer a tala', concluyen.

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