A Ponte do Burgo en Ribadavia

A Ponte do Burgo (hoy San Francisco).
photo_camera A Ponte do Burgo (hoy San Francisco).

De los tres puentes que cruzan el Avia, en Pazos de Arenteiro, en San Clodio y en Ribadavia, es este último el de más dilatada memoria. Sus orígenes anteriores al convento que le da nombre, nos remontan a los comienzos del siglo XIII, figurando en los documentos de la época como a Ponte do Burgo. La tradición adjudica su autoría al dominico San Pedro Telmo, asiduo visitante de nuestra tierra, atribuyéndole también los proyectos del primitivo de Castrelo, derruido en una riada en el siglo XVI, y el de La Ramallosa, que permanece en pie.

En el siglo XVII, cuando ya llevaba el nombre de San Francisco, sufrió una importante intervención pues se encontraba en estado de ruina. Contaba entonces a su entrada en la margen derecha con una capilla, que bajo la tutela espiritual del abad de la Oliveira y dedicada a san Roque, patrón de los peregrinos, albergaba la imagen del santo que salía en procesión cuando las epidemias lo requerían. Dicho templo, que fue el más joven de los de la villa, incrementaría nuestro espectacular catastro espiritual en nueve santuarios, cifra que se mantendría hasta mediados del siglo XIX, cuando a causa del paso de la carretera general Villacastín-Vigo por la villa, fue necesario derribar.

A finales del XIX se debatía en los plenos municipales la necesidad de escribir al Ministerio de Fomento para solicitar el ensanche del puente sobre el Avia por resultar muy estrecho el que existe y expuesto a ocasionar desgracias (…) Pero no sería hasta la pasada centuria, durante la alcaldía de Leopoldo Meruéndano, cuando se atiendan las demandas (1906) del tan necesario como útil ensanche por resultar demasiado estrecho y tortuoso para los tiempos que corremos, en que se hacen grandes exportaciones de nuestros productos, sobre todo vino, a otras provincias.

Las reformas resultaron espectaculares para la fecha. Se cambió el grueso pretil de piedra por una barandilla metálica, con lo que ganó casi un metro la calzada y se construyeron nuevas aceras de cemento armado sobre flejes metálicos con ancho para caminar 2 personas en dirección contraria (…) Dichas obras, que fueron seguidas atentamente por los ribadavienses, asombraron a los vecinos que contemplaron gustosos los resultados, pero el carácter innovador de los materiales empleados, despertó el recelo en parte de la población que, desconfiando de su calidad, auguraba el derrumbe inminente de las aceras, por lo que dejó de asistir a los oficios en el templo franciscano tratando de conjurar el peligro

Pronto quedó obsoleto para el continuo tráfico que soportaba. El transporte por carretera tanto de mercancías como de personas era constante, y la pionera empresa de viajeros de José Rodríguez “El Pescada” que desde 1893 cubría con la célebre Carretela, tirada por dos caballos, los trayectos Ribadavia - Carballino y Ribadavia - La Cañiza con las preceptivas paradas en las poblaciones que atravesaba, fue secundado por los carruajes del Alegría, R. Carrera, y Serafín Carrasco. Este tipo de locomoción cubrió las primeras décadas del pasado siglo, hasta 1921 cuando Camilo Martínez trajo a la villa el primer turismo de alquiler.

En los años treinta se acometió la última intervención. Se construyeron las aceras en voladizo, las barandillas se sustituyeron por otras de tubo galvanizado dejando en el centro un tramo de pretil, fue entonces cuando se eliminaron los potentes tajamares originales dándole el aspecto actual.

La presente fotografía, gentileza del Museo Etnolóxico, nuestro MER, nos muestra una imagen inédita para la mayoría de los vecinos del Ribeiro. El arco de la derecha nos muestra en su plenitud, hoy mermada, A laxa do Abade, así nominada por su ubicación en los fondales de la rectoral de la Oliveira, vivienda del párroco. En un primer plano asoman, soberbios, los históricos tajamares, cuya desaparición fue calificada por reputados profesionales como desafortunada.

El puente de San Francisco, al que la historia situó en nuestro escudo, fue relegando a la primitiva Ponte do Burgo, y al santo dominico e ingeniero a quien la tradición lo hace autor del proyecto, se le sigue venerando en toda la comunidad, y en su honor, recordando su faceta de constructor de puentes, el Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de Galicia, convoca un premio anual con su nombre para la obra de ingeniería civil más representativa en Galicia: el Premio San Telmo.

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