El sueño de dos viticultores se cumplió en el pueblo ourensano de Cuñas

Pablo y Ana en el interior de su bodega.
photo_camera Pablo y Ana en el interior de su bodega.
Una pareja, ajena al mundo del vino, ha creado Soño do Desterro, una pequeña bodega en el concello de Cenlle, que comercializará este año sus primeras botellas, respetando la tradición

Pablo Dapena y Ana Lobato son una pareja que vive en la pequeña localidad de Cuñas, en Cenlle. Tras muchos años dándole vueltas, hace unos seis decidieron dejar todo lo que los ataba a Gijón, lugar donde vivían, para emprender en el rural y llevar a cabo su sueño: montar una bodega. Por fin el año pasado vieron como este proyecto cobraba vida y este año comercializarán la primera cosecha de vino producto de su esfuerzo.

Tal y como cuenta, ellos siempre habían tenido la intención de realizar algún tipo de proyecto en el rural. Ya habían pasado ocho años viviendo en el campo asturiano y sabían que su lugar era alejado de las grandes ciudades, y encontraron en Cuñas la que se convertiría en su pasión: la viticultura tradicional. “Os dous somos bos bebedores e sempre nos gustou o viño”, bromea Pablo sobre como decidieron embarcase en este proyecto, “buscábamos una casa cerca de una zona de vino que poder restaurar y en la que poder invertir acorde a nuestro presupuesto”. Poco a poco fueron haciéndose con diferentes terrenos hasta llegar a las dos hectáreas y media que poseen actualmente. Al principio solo se dedicaban a trabajar la tierra y las vides, pero desde septiembre del año pasado por fin se animaron a dar el paso y dieron de alta su bodega: Soños do Desterro.

Trabajan todo el proceso de creación del vino, desde que se planta la vid hasta que se recoge el fruto y se procesa hasta obtener el vino. “Queríamos que o noso proxecto se basease no oficio tradicional do viticultor, dándolle máis peso ao coidado das plantas para conseguir unhas características concretas que lle desen valor engadido aos nosos viños”, cuenta la pareja.

Primeras botellas

Así, su primera producción verá la luz estas navidades, con cerca de 2.000 botellas de blanco y otras tantas de tinto. “Centrámonos nos viños de garda para atopar esas características concretas, a vendima pasada fixemos a vinificación, e leva nas barricas dende entón; en agosto embotellaremos ese viño, que pasará outros seis meses gardado ata que o comercialicemos”, explican.

Para llegar hasta este punto han trabajado muy duro y formarse. De hecho Ana, graduada social, ahora mismo estudia el grado de vitivinicultura. “É un traballo moi duro, sobre todo este ano, coas pragas que houbo. Esto fai que o traballo non sexa todo o ecolóxico e sostible que nos gustaría. Ademáis, é un gasto económico que supón un duro golpe sendo só a nosa segunda tempada, pero seguimos adiante”.

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