Salas de fiestas y discotecas

De bailes y otras diversiones

Dibujo
photo_camera Uno de los bailes celebrados en el Liceo en aquellos "felices 20". Fotografía cedida por Santiago Mosquera.

Las ofertas de ocio en la ciudad han ido cambiando de manera notable.

En cuanto a los años más lejanos (me pararé en el siglo XVIII por no eternizarlo), me vais a permitir que especule, ya que no tengo posibilidad de hablar de datos contrastados, sin embargo no creo que sea complicado imaginar que la casa de los Marqueses de Leis (en la Barrera), o la de los Gayoso (actual CEO), o alguna de las varias que tenían los Temes sin olvidarse de los Reinoso (Santo Domingo, hoy colegio de La Purísima) se celebraran fiestas y se invitara a familiares y amigos. Eran tiempos en los que la hidalguía disponía de rentas y beneficios de los que gustaba mostrar a su entorno y este tipo de reuniones eran el momento oportuno. Al mismo tiempo estoy seguro de que las tabernas y bodegones de la ciudad, con la colaboración de algún músico aficionado, reunían a buena parte de la parroquia con ganas de divertirse de manera un poco menos organizada.

Andando o casi corriendo el tiempo, fueron naciendo las sociedades, donde se facilitaban en gran manera las relaciones sociales. Cierto es que existían unos requisitos para pertenecer a ellas, pero siempre sería más sencillo entrar en una que conseguir ser invitado a una casa particular. Fueron los años del Casino de Caballeros en el número tres de la que en aquellos tiempos se llamaba plaza de la República Federal, hoy simplemente Plaza Mayor. Muy cerca, en el número 8, estaba el Círculo Conservador, que además de sesudas reuniones para discutir temas políticos, siempre encontraba un hueco para la sana diversión. Junto a estas fueron varias las sociedades que florecieron en la ciudad, entre las que destacaba la Venatoria, y sobre todo la más duradera, el Liceo Recreo de Artesanos, el mismo que con gran esfuerzo, afortunadamente, continúa sirviendo a los intereses culturales de la ciudad aunque haya perdido parte del nombre y hoy es el Liceo de Ourense. 

Comienza en este tiempo a destacar un tipo de local de ocio que iba a marcar toda una época. Os hablo de los cafés, donde desde un pequeño escenario se entretenía a la clientela con la actuación de alguien de mayor o menor fama, pero siempre intentando captar la atención. El Moderno, el Mercantil, el Unión, el Regio, fueron de los primeros en adoptar el nuevo estilo que dejaba atrás el serio café de antaño, más proclive a la conversación que al jolgorio. Remataba el s. XIX y el público se hacía cada vez más exigente, los empresarios del ocio fueron adaptándose y así nacieron la Marquesina, la Moderna, el Victoria, incluso tuvo un breve periodo de esplendor un local que varias veces he citado en Ourense no Tempo, el Mirto de Oro, una sala de baile donde la juventud de la ciudad con pocos recursos económicos intentaba pasar el rato y echar una canita al aire (según las crónicas, no se sabe bien el motivo pero siempre terminaban la sesión a tortas…).

Llegamos así a la época de mis abuelos y padres, en la que según mis datos Ourense se convirtió en una de las ciudades con mejor oferta de diversión, además de restaurantes con gran fama y excelente cocina como el Azul, en el parque, muy próximo al mítico Coralín; la Mejicana y el Lago (en la actual Alejandro Outeiriño); el renacido San Miguel, etc. Hubo tres locales que concentraban el interés de la población, el inigualable Hotel Roma, la inolvidable Bilbaína, donde a pesar del poco espacio hasta se bailaba, y la grandiosa sala Auria, envidia del resto del país. El Liceo continuaba teniendo su público, principalmente las jóvenes que se presentaban en sociedad y que lógicamente atraían a todo un séquito de admiradores (y padres vigilantes) y aunque menos publicitado, el Orfeón era otra estupenda opción.

El siguiente paso y ya nos situamos casi en la actualidad, fueron las “boittes”, “clubs”, salas de fiesta (o baile) y discotecas, que todas esas denominaciones y alguna más tenían aquellas salas de poca luz y mucho decibelio en las que ocurría menos de lo que se contaba, y con la perspectiva del tiempo entiendes que sin demasiados aspavientos tenían al público ourensano en la vanguardia musical del país. Eran las míticas Mr. Flinn, Long Play, Tamanaco, Café Club, Bocaccio, Yuman, etc.
Termino citando las tres salas punteras de mi generación: Niton´s, Vanessa y Dominique, donde la actividad principal del ourensano varón era jugar al parchís, ya sabéis aquello de "comer una y contar veinte", ¿no?

Faltan un buen número de salas (3A, Nexus, Lazaro´s…) y pido perdón por ello. Aun así, supongo que la mayoría con los nombres citados ya tienen para refrescar la memoria. 

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