El escudo del Banco de España

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Al final resulta que el edificio nació monárquico, se hizo republicano y así sobrevivió en la dictadura y continúa en el actual periodo democrático

Muchos ni se habrán dado cuenta, probablemente porque lo consideren algo secundario; otros, sin embargo, beligerantes en estas cuestiones, con frecuencia se han hecho la pregunta: ¿cómo es posible que el escudo republicano haya presidido desde “siempre” el edificio del Banco de España? 

En noviembre de 2019, uno de mis artículos recordaba cómo había sido la trayectoria de este organismo público en cuanto a edificios y ubicaciones (desde la calle de la Paz, hasta el Paseo pasando por Progreso) y por error comentaba un detalle incompleto: “Un detalle que llama la atención es el escudo que preside la fachada, no es porque se hiciera con granito de Rante, sino porque se trata del escudo de la España republicana que con buen criterio nadie tocó, a pesar de los cambios del país”. Realmente, y por lo que ahora sabemos, sí que se tocó, pero fue con anterioridad a lo esperado.

Mi amigo Javier Torres dirigió hace ya tiempo una consulta sobre este tema al archivo histórico del Banco de España, y finalmente recibió la respuesta deseada. Para evitar imprecisiones, con vuestro permiso voy a reproducir la respuesta tal cual. La pregunta era clara y manifestaba que en los planos revisados, tanto del Banco como del Archivo Municipal ourensano, el escudo que se ve es el monárquico, algo totalmente pertinente dado que el edificio se dio por terminado y se inauguró en agosto de 1930. Esta fue la respuesta:

“Contestando a su correo, en lo que se refiere al cambio de escudo de la sucursal de Orense en tiempos de la Segunda República, en el Archivo del Banco de España se conserva un expediente referido a la construcción de la sucursal que contiene correspondencia sobre este asunto. Las misivas las cruzan principalmente el entonces director de la sucursal, Nicolás Domínguez Rey, y el arquitecto del edificio, José Yárnoz Larrosa; están fechadas entre el 15 de abril de 1931 y 23 de diciembre del mismo año. En la primera de las cartas, con fecha 15 de abril, el director de la sucursal de Orense pregunta al arquitecto del edificio, José Yárnoz, cuál es el criterio que el Consejo del Banco piensa seguir en relación con los emblemas monárquicos, ante las peticiones de retirada de la corona del escudo que ha recibido por parte de algunas personalidades significadas como republicanas (sic) de la ciudad. Por la lectura de otra de las cartas, sabemos que, en mayo de 1931, la corona del escudo se había tapado con un lienzo, siguiendo instrucciones de un párrafo circular del Banco de España, como medida temporal mientras se decidía qué hacer con los símbolos del régimen anterior presentes en el Banco. Después de varias cartas e insistencia por parte del director de la sucursal de Orense, que se sentía presionado por la opinión pública para cambiar el escudo, el 2 de noviembre de 1931 el Consejo del Banco de España aprueba la reforma del escudo de la citada sucursal. Según carta de José Yárnoz al director de la sucursal de 12 de noviembre, la transformación consistiría en suprimir la parte alta de la corona, el borrego que cuelga del toisón y las flores de lis. En la misma carta se indica que es el primer escudo que se transforma en edificios construidos por el Banco de España. Sabemos por otra carta de 5 de diciembre de 1931, que para esa fecha ya estaba finalizado la transformación del escudo de la sucursal de Orense, habiendo sido ésta referida en el periódico Nuevo Mundo”.

Al final resulta que el edificio nació monárquico, se hizo republicano y así sobrevivió en la dictadura y continúa en el actual periodo democrático.

Buscando información sobre casos similares me llama la atención que ese fuera un criterio extendido: el de no destruir los escudos republicanos. Desconozco los argumentos del dictador para ignorarlos (dudo que coincidiera con mi humilde criterio de que “la historia no se borra, se aprende”, al que acompaño con la idea de que “la historia hay que contarla, no interpretarla”; sé que es difícil, pero no imposible), pero choca con el pensamiento de tiranos del estilo de los faraones egipcios que al derrocar a un antecesor buscaban hasta la extenuación los “shenu”, cartuchos donde figurara el nombre, para destruirlos; después, los romanos le pusieron nombre “damnatio memoriae”, la condena de la memoria, al tiempo que lo practicaban, y recientemente hemos vivido algo similar con las acciones de los talibanes destruyendo joyas históricas de incalculable valor con no se sabe qué objetivo. En el caso del franquismo, tal vez algo tan prosaico como sería el coste económico de eliminar esos vestigios unidos al coste de lo que lo sustituyera fue la causa de su existencia, pero aunque ésa sea la causa, bienvenida sea.

A día de hoy subsisten varias pruebas de esa “dejadez”, la mayoría en Madrid: Ministerio de Agricultura, Banco de España, Estación de Atocha y unos cuantos más.

Caso singular fue el del escudo republicano de la plaza mayor santanderina, que en  1986 se colocó junto a la estatua ecuestre de Franco, después de estar años en los almacenes municipales, y en 2008 abandonaron los dos la plaza para permitir una remodelación y la construcción de un aparcamiento público. Ya de por sí esos movimientos son reseñables, pero si añadimos que ese escudo republicano se había instalado en su anterior emplazamiento (jardines del Doctor Mesones) en el año 55 resulta más llamativo. Melilla, Bilbao, Sevilla, Granada... son otros ejemplos de conservación de símbolos republicanos.

Lo que me llama la atención y lleva a la reflexión es el ver cómo no en todos los casos se actúa de igual manera y personajes como Lenin, Mao... descansan con honores. ¿Será un lapsus memoriae?

De todas maneras, un escudo, un arco, un edificio, no ofenden, son las personas y sus actos las que tienen ese poder.

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