Las tesis de este comprometido economista se han visto autorizadas y corroboradas desde la eclosión de la crisis 'financiero-alimenticia'. Unas teorías silenciadas en el micromundo de la academia, pero que han traspasado la barrera mediática al amparo del 15-M. Ayer estuvo en el Centro Cultural de la Diputación para explicarlas.
Principalmente, la especulación financiera, que ha tenido su preludio en una crisis alimentaria (por el alza de precios de las materias primas en origen controladas por multinacionales). Esto ha supuesto una pérdida de poder adquisitivo que se ha acrecentado desde la perniciosa adopción del euro.
¿Existen soluciones?
Sí, pero hace falta voluntad política. Primero, para cesar la especulación castigándola con impuestos (tasa Tobin a las transacciones especulativas); segundo, erradicando el fraude fiscal y los paraísos fiscales, que ya sería suficiente para garantizar los servicios públicos; y tercero, repartiendo el trabajo para reducir las cifras de desempleo.
¿Aunque los gobiernos tengan las manos atadas?
Estamos en manos de unos delincuentes financieros y ni siquiera la UE tiene capacidad para decidir las políticas económicas. Aunque hayamos renunciado a muchas competencias políticas, la sociedad civil puede recuperarlas sin votar a los partidos de concertación.
¿Cuáles son los logros y retos del 15-M?
El despertar social y la pedagogía política que se ha hecho desde las plazas de todo el Estado. Sin embargo, ahora deben fijar un consenso de mínimos con una serie de objetivos irrenunciables.
¿Cómo cree que puede evolucionar esta situación?
Existe la opción de que se intente salir de la crisis desde los postulados del crecimiento, un error porque los recursos del planeta están llegando a sus límites. Por eso, tenemos que enfocar el cambio desde lo que se conoce como decrecimiento o buen vivir. Es decir, repartir el trabajo y los recursos para vivir mejor con menos.
