TERTULIAS

La ciudad que habla por los codos

Los noveles de las tertulias, se reúnen los miércoles de 4 a 5 en la planta alta del Café La Coruñesa
photo_camera Los noveles de las tertulias, se reúnen los miércoles de 4 a 5 en la planta alta del Café La Coruñesa

Difícil encontrar un hábito más enraizado que las vetustas tertulias. Surgidas por pura necesidad, la de compartir conocimientos, básicamente culturales y políticos, la sana costumbre ourensana de ejercer la plática en público -librerías, boticas, cafés- se remonta bien atrás.

Y al despertar, el dinosaurio seguía allí", que decía el cuento de Augusto Monterroso. Sesenta años después -1953- José Fernández también sigue, y en plenitud, al frente de la tertulia del Liceo. Le acompaña César Soto -nonagenarios ambos-, otrora admirados médicos. Ambos participan a diario de una tertulia con solera, constituída a finales de los años cuarenta. José Fernández se la encontró ya formada. La tertulia del Liceo, de la que el más joven tiene 70 años, es la más antigua, la que recoge el testigo de un viejo hábito de socialización y compartir conocimiento.

En la planta central de Liceo se sirven cafés, refrescos y vinos, y sobre todo, en la institución que despide a cada socio fallecido con un crespón negro a modo de bandera engalanando el balcón de piedra, se dispensan privilegios de tiempo y charla. El tiempo, aquí detenido, se puede cortar y masticar, degustar como si estuviera servido en plato.

A uno le ponen sobre la mano una imagen, del año 57, y la mira una y otra vez y no ve nada, o casi. Cinco filas de caballeros trajeados y pelo engominado hacia atrás. Todos posan para el fotógrafo. Los de la primera fila, sentados en el arranque de la escalera, exhiben también calcetines blancos y, tal vez por la posición, una amplia sonrisa. Como la imagen la tengo dispuesta sobre atril, una señora con suma naturalidad se para, curiosea y reconoce.



RADIOGRAFÍA DE UNA CIUDAD

En el anverso guarda el nombre de los protagonistas, muchos -hoy- desaparecidos. Abogados, médicos, funcionarios, comerciantes, profesionales liberales que hacen una perfecta radiografía de aquel Ourense, de apellidos aún hoy reconocibles -Barja, Moretón, Trapote, Mato, De Dios, Pérez de Juan, Colemán, Rodríguez Vispo, Riestra, De la Rúa, Sueiro, etc...- “No todos eran miembros de la peña, de la tertulia, o de las tertulias”, apunta José Fernández. El lugar de la foto es hoy un espacioso salón de amplios ventanales, en una esquina, sobre gastados sillones e improvisadas mesas, se sientan los hoy contertulios. Sobre la pared una placa, en recuerdo a un miembro solemne, Carlos Casares, allí tenía su sitio.

El Ourense antiguo siempre dispuso de tertulias solemnes, y de insignes tertulianos. Por el Liceo también pasaron Lamas Carvajal, Marcelo Macías o Florentino López Cuevillas; su hija Elvira estuvo durante años al frente de una, integrada por mujeres.

Anselmo López Morais participó -en relato de Fernández-, y a pesar de la diferencia de edad, en una de las tertulias históricas, “la del abogado Anselmo López García, el farmaceútico Luis Fábrega Santamarina, el médico Federico Lloria, el escritor Alberto Vilanova, el sastre Benigno Raimúndez, así como los comerciantes Enrique Destar y Luis Congil”, a los que de cuando en vez se incorporaba Otero Pedrayo.

“Había tertulia en todas las botícas: la de Temes, en la plaza del Hierro; la de Meruéndano, en la plaza Mayor; en los comercios, el de los Bobos, el de don Benito Fernández Alonso, el de los Monteros, el de los Gutiérrez; en los despachos de abogados, en donde quiera, pues nunca faltaban las ganas de hablar”, así describía Vicente Risco, en uno de aquellos deliciosos artículos (1954) publicados en La Región, en referencia al Ourense de principios del XX.

Vicente Risco fue hombre de tertulias, muy mentadas las del Hotel Roma, lugar prolijo en ellas. A Risco se le veneraba, la referencia allí a su tertulia era calificada como “la de los sabios”, que compartía con Ricardo Outeiriño; a su alrededor surgía la admiración por escucharlo. También las del Hotel Parque, con Luis Trabazo, Arturo Lezcano, Julito Losada, Antonio Faílde, Pepe Conde Corbal o Rodríguez Peña. “Risco non era dos que non deixaba falar, il escoitaba e de cando en vez lanzaba unha sentencia”, comenta Luis Martínez Risco. Seguro que era así, salvo en O Volter, allí los artistiñas -Quessada, Acisclo, De Dios- acudían a empaparse de su sabiduría.

Es probable que fuera el Hotel Parque, en su primera planta, el que mayor número de tertulias reuniera. Otro lugar insigne fue el Hotel Miño, y El Cortijo, justo enfrente en el Paseo, propiedad de los mismos, la familia Losada.

También las hubo intermitentes, que siguen. La de Xente Nova surgida en el Zarampallo (1954), en torno a Antón Tovar, Víctor Campio, José Fernández Ferreiro, Serafín Gómez Pato. Tras su disolución, en los ochenta reinician la aventura -desde el Pingallo-, con Tovar y Campio como protagonistas. Fallecido Tovar, la tertulia se mantiene.

Es evidente que se deberían citar más, las de la “Pajarera”, una con Antonio Tabarés y Eduardo Olano, Clodomiro Montero; la otra con Godoy, Nemesio Barxa y Luis Míguez. Y las de El Cercano, de Moncho Conde Corbal, hoy en proyecto y que, como él dice, “serán”, con Chesi, Willy, Lamas o Esther Nunes. Seguro que sí. n

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