La delincuencia juvenil va a más y las agresiones de hijos a padres o hermanos, así como los delitos sexuales, es una de las consecuencias. No se atisba por el horizonte dato alguno que nos lleve a creer que estamos ante episodios aislados que remitirán en cualquier momento. La Fiscalía de Menores, por ejemplo, alerta de un aumento generalizado de delitos protagonizados por jóvenes.
Es de suponer que un problema tan complejo tendrá soluciones también difíciles, pero quizá debamos hacer como padres y como sociedad en su conjunto una reflexión crítica sobre la educación, también de los valores transmitidos. A ello deberíamos de contribuir
los medios de comunicación, no siempre inmaculados en el tratamiento de determinados asuntos.
Ricardo Fandiño, psicólogo clínico, dice en una entrevista en La Región que hay una epidemia de soledad entre los jóvenes, entre otras cosas porque creen que el futuro será malo. Cuando en la edad de romper el cascarón, de salir por ahí a comerse el mundo y
empaparse de experiencias para conformar la personalidad sucumbimos ante cualquier revés, es que la situación es muy grave, efectivamente. Lo suficiente como para buscar entre todos alguna solución, que seguro no será fácil.
