Hay muchas interpretaciones sobre lo ocurrido en la jornada electoral del pasado domingo. Entre ellas, dos muy visibles en el panorama mediático. La prensa llamada de Madrid llevaba puesta la lupa sobre Galicia desde hace meses, no por un repentino interés sobre las cuestiones que preocupan a los lugareños, sino por saber cómo le iría en el empeño a Feijoo y Sánchez, para saber hasta qué punto los sufragios socavarían los liderazgos de ambos.
Bueno, en ello siguen con desigual fortuna, haciéndose preguntas retóricas sobre cómo pueden votar los gallegos lo que votaron: es decir, mayoritariamente al PP, mucho al BNG y poco o casi nada al PSOE.
La otra interpretación es la que se hace del Padornelo para arriba. Que el PP, pese a sus muchos defectos, sigue teniendo una muy sólida base electoral, que el BNG concentra votos hasta que no pertenecen a la órbita nacionalista y que los socialistas, siguen siendo víctimas de fuego amigo y aún son capaces de dividirse más para ser aún menos importantes.
Hay tantas interpretaciones como personas o votantes, porque la política se parece mucho al fútbol. Hay forofos que siguen a sus partidos sea cual sea el resultado y han miles de entrenadores en la grada o viendo la tele que tienen fórmulas mejores para jugar. Pero en la política, como en el fútbol, solo gana uno, aunque sea tras la prórroga y los penaltis. En este caso, no hizo falta prolongar el tiempo reglamentario. Al llegar al minuto 90 el PP ganó por goleada.
