JUICIO

El cura de San Pío X renuncia a ser indemnizado por un robo

Uno de los tres autores, quien aceptó la pena, se había justificado en que sólo pretendía comer

Andre Francisco Fernandes, de 32 años, uno de los tres acusados por el robo en la parroquia de San Pio X en la madrugada del 8 de marzo de 2013 -los otros dos están en paradero desconocido-, reconoció que quiso robar, aunque no lo consiguió, y aceptó un año de prisión.

Por su parte, el damnificado por los desperfectos materiales en la iglesia y la casa parroquial, el sacerdote Luis Rodríguez, renunció a ser indemnizado (119 euros más los intereses).

Los hechos que ayer llegaron al Juzgado de lo Penal 1 ocurrieron a las 02.30 horas de la madrugada. El inculpado, tal como reconoció, saltó la valla exterior que da acceso al patio de la iglesia de San Pío X, en el barrio de Mariñamansa, para después violentar la puerta de hierro que da acceso a la sacristía de la iglesia. Una vez dentro, se apoderó, según la fiscal con ayuda de sus dos compinches, de unas pequeñas ánforas de plata y violentaron las cerraduras de los portavelas con el fin de coger el dinero de los cajetines.

A continuación, se dirigieron, según recoge el ministerio público en su escrito de acusación, a través de la iglesia, al edificio anexo, la casa parroquial en la que vive el cura. En el momento en que se percataron que habían sido descubiertos, se escondieron en el desván, donde agentes de la Policía Local los hallaron bajo unas cajas de cartón.

Andre Francisco Fernandes reconoció durante la instrucción que no querían robar, sino comer. De hecho, declaró que se escondieron al verse sorprendidos porque estaban intentando robar comida en una dependencia reservada a Cáritas.

Los tres detenidos residían en A Estrada y, según la versión que dieron a la Policía, acudieron a la parroquia de San Pío X porque sabían que allí daban comida.

El sacerdote quiso ayer hacer borrón y cuenta nueva con el incidente vivido hace más de dos años. Luis Rodríguez dormía cuando escuchó un fuerte ruido que lo sacó de la cama. Al percatarse de que había personas extrañas en las escaleras del edificio en el que vive, alertó al sacristán a través de una llamada de teléfono para que fuera él quien avisase a la Policía y le diera instrucciones.

El propio párroco, una vez que la policía se personó en el lugar y detuvo a los supuestos ladrones, inspeccionó la iglesia y la sacristía, el lugar por el que accedieron al templo mediante el apalancamiento. Tanto la sacristía como distintos lugares de la iglesia estaban revueltos y echó en falta unas pequeña ánforas de plata con los óleos para bautizos y enfermos. Los ladrones intentaron entrar al despacho del cura, en el segundo piso, pero no lo lograron pese a que apalancaron la puerta de acceso. Fueron descubiertos cuando estaban en la tercera planta, en donde hay dos viviendas (una de ellas tenía la puerta forzada). El desván fue su última opción al darse cuenta de que habían sido descubiertos.

Te puede interesar