La marcha de Baltar supone la retirada del político más destacado de la primera línea ourensana. Con él se lleva la participación directa o indirecta en los asuntos más importantes de Ourense en los últimos 30 años.

Tres décadas de historia ourensana

La 'pegada de carteles' de las elecciones gallegas de 2005, su último concierto electoral. (Foto: ARCHIVO)
El chófer de la empresa Mangana que hacía la línea de Ourense a Maceda por el alto do Couso nunca sospechó que aquel niño inquieto y dicharachero que se ofrecía como improvisado revisor a cambio de no pagar el billete -al tiempo que hacía estraperlo doméstico-, sería un día uno de los hombres que acumularía más poder político y reconocimiento social de la provincia de Ourense. Una máquina de fabricar votos, podría decirse utilizando el argot industrial, que fue protagonista o testigo de los acontecimientos más importantes registrados en la provincia a lo largo de las tres últimas décadas.
Con su marcha, José Luis Baltar, cumple el pacto alcanzado en su día con el presidente del PPdeG, Alberto Núñez Feijóo, a quien prometió irse en el momento en que causase menos problemas a su partido. La suya fue una relación con altibajos, con episodios que a estas alturas ambos querrían olvidar, como el veto de Baltar a que Núñez encabezase la candidatura ourensana al Parlamento autonómico en 2005, forzándole a ir por Pontevedra. O cuando en la lucha por la sucesión de Fraga, el hoy presidente del PPdeG y de la Xunta, vio como el líder del partido en su provincia natal apoyaba a alguno de sus rivales.

Sentirse preterido dolió al de Os Peares, pero también es cierto que al igual que había ocurrido con Fraga, nadie le aportó un porcentaje tan alto de votos en todas las elecciones que se sucedieron desde entonces. Tampoco nadie en el PP proclamó tan alto ni tan claro el liderazgo de Núñez Feijóo.

Pero eso es historia de la política contemporánea. En realidad, la historia de Baltar en este ámbito comenzó en el principio de los años setenta. Para entonces ya se había hecho maestro y se había casado con la también docente Alicia Blanco. Aunque ambos son originarios de Esgos, el destino profesional les llevó a Luintra, donde llegaron a echar raíces.

Baltar fue alcalde predemocrático de Nogueira de Ramuín. Su identificación con este municipio fue tal, que muchos años después todavía hay mucha gente que le cree natural de allí. Llegada la transición, entró en la UCD de la mano de Franqueira, pues además de maestro era granjero. Fue diputado de la primera corporación democrática de la Diputación, donde formó equipo y trabó amistad con Victorino Núñez. Ambos estuvieron en el nacimiento de Coalición Galega, siempre de la mano del liderazgo de Franqueira.

Luego, llegó la escisión y Baltar abanderó con Núñez Rodríguez el alumbramiento de Centristas de Galicia. Ambos formaron un tándem que pareció indisoluble durante mucho tiempo, pero en realidad fue hasta que en 1990, Núñez se fue de presidente al Parlamento gallego y Baltar le sucedió en la Diputación, aunque la puntilla a esta estrechísima relación la puso la llegada de Baltar a la presidencia provincial del PP, tras la fusión con los centristas, después de esta formación en su aventura en solitario en las municipales de 1991. Hasta entonces, el hoy veterano líder popular había sido un gregario de lujo, con una capacidad de trabajo extraordinaria.

Fraga tenía fama de diligente, pero resulta lícito dudar si hubiere resistido la comparación con Baltar, que acudía a la Diputación, luego viajaba a Madrid para ejercer como senador -se llevaba un montón de asuntos para leer y firmar- regresaba de madrugada, dejaba el legajo, tomaba otro, despachaba con quien fuere menester y regresaba otra vez a Madrid.

Si no había sesión en el Senado, podía despachar con sus colaboradores en el Pazo provincial, recibir a veinte o treinta personas y asistir a media docena de actos públicos, además de almuerzo de trabajo y, en muchas ocasiones, hasta cena, aunque era frecuente que en éstas pusiese su plato boca abajo como señal inequívoca de que no pensaba probar bocado, a pesar de la insistencia de camareros solícitos -y pelotas, también hay que decirlo- que insistían repetidamente en servirle algo, mientras a los de al lado ni les preguntaban.


CAPACIDAD DE TRABAJO

Por cierto, hablando de las elecciones municipales de 1991, quedará para la historia el día en que se cerraba el plazo para la presentación de candidaturas. A la sede de la Junta Electoral, de la que era secretario -si la memoria es fiel- Alfonso Trabado Lira, llegaba Baltar con un lote de candidaturas para presentar. Lo hacía con evidentes signos de fatiga, mientras subía los últimos pasos de las escaleras hasta la segunda planta del Pazo de Xustiza. Nada más entregar los papeles, volvía raudo con su vehículo hacia el alto do Couso o hacia Celanova, o Carballiño, al encuentro de sus colaboradores que traían más candidaturas. Así, hasta pocos minutos antes de las doce de la noche, cuando entregó las últimas. Quien esto escribe le ha visto muchas veces a lo largo de su carrera política -y a otros muchos- ante distintos avatares y vicisitudes, pero nunca con una imagen comparable a la de aquel día, que era la expresión más genuina de un hombre exhausto, casi extenuado.

Su capacidad de trabajo y la dedicación a las responsabilidades que asumía, generaban asombro entre quienes andaban a su lado. 'Ou se está ou non se está', es su respuesta a esa dedicación full time a los cargos, que algunos llaman populismo. Como líder carismático, Baltar suscita adhesiones inquebrantables gracias a su capacidad de persuasión, su vocación de servicio y la generosidad y facilidad de trato en lo personal. Alguna vez se bajó del coche oficial para interesarse por el resultado de algún accidente de tráfico, para luego poner vehículo y chófer a disposición de accidentados o familiares.

También genera resquemores y rechazo entre sus rivales, pero son muy pocos los que le regatean el respeto personal, por más que en la lucha política se muestre siempre implacable con tal de obtener ventaja para los intereses de la formación que presidía.

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