Diana, una joven rusa más ourensana que las Burgas

Diana Kryzhanovskaya se enamoró de Ourense mucho tiempo antes de visitarla: cuando era niña, en Moscú, su ciudad natal, dice que encontró en un banco un libro de Valle-Inclán en ruso. Lo más cerca que estuvo de Galicia hasta hace cuatro años fue Benalmádena, donde veraneaba con su familia. Hace un tiempo, en Rusia, cortó con su novio y abrió un perfil en una red social de ligoteo. “Dije: ¿Qué más me da conocer a un ruso que a un español? Así que puse que estaba en Santiago”. Un fallo de la aplicación la conectó con su actual marido, que no estaba ni en Moscú ni en Santiago. Era de Ourense y buscaba a una ourensana, a pesar de que su ciudad natal no le encantaba, como le confesó después (la animó a irse a vivir a Santiago o A Coruña, incluso en Málaga, pero en As Burgas no). A los tres meses de chatear quedaron en Benalmádena. Cuatro años después, ella ha tenido que convencerlo a él de que Ourense es la mejor ciudad del mundo. Eso piensa. Vive con su pareja y cinco mascotas a las afueras de la ciudad. En el Instagram “@gallerusa”, esta joven de 27 años publica en tono humorístico sus aventuras en Galicia. Ha conquistado a más de 8.000 seguidores que leen sus choques culturales diarios. "Chao" y "hola" Diana es filóloga, pero trabaja en un hotel de la ciudad. No solo se desenvuelve perfectamente en español, también sabe gallego. De ahí el apodo de “Gallerusa”. En cuatro años ha tenido tiempo para coleccionar anécdotas del choque cultural entre Ourense y Rusia. Se lo toma con humor: tanto que una editorial rusa la ha llamado para publicar un libro sobre sus bromas en Galicia, aunque la guerra retrasó la publicación. “Uno de los choques más grandes es cuando ves a una persona que conoces y le dices ‘chao’ si no vas a pararte a hablar con ella. Es rarísimo. En Rusia decimos ‘hola’. ¿Cómo te puedes despedir de alguien si todavía no le has saludado?”, pregunta. También tiene una controversia con los nombres religiosos (Jesús, María, José…). “Aquí es común que la gente se llame Jesús, pero en mi país los nombres bíblicos son sagrados. En España te puedes acostar con un Jesús, para mí en Rusia sería muy macabro tener relaciones con Jesús”. Luego están las vocales. La confusión entre la “o” y la “a” le ha traído más de un disgusto. “En el supermercado pregunté por orina y quería harina. En algún restaurante pedí polla en lugar de pollo. Lo más reciente es que dije cojón en vez de cajón. ¡Quiero decir cajón! Otra vez me ha pasado”. ¿Las termas para cuando? Todas estas anécdotas las recoge en el libro que estaba listo para publicar antes de la guerra. Ahora la editorial quiere que viaje a Moscú para ultimar detalles, aunque es complicado ir ahora a Rusia. Mientras, sigue recopilando anécdotas y de vez en cuando las manda a la editorial por si puede incluirlas en el libro, que ya estaba preparado. “También me encantaría publicar un libro aquí, para los gallegos”, dice la joven. Diana posa con la mano en el agua de las Burgas, uno de los lugares más turísticos de la ciudad. Pero tiene otros favoritos: “El Centro Histórico me encanta, la Ribeira Sacra es una pasada. Me parece sorprendente que la gente no conozca estos sitios. Después hay un montón de monasterios: Rocas, Santo Estevo…”. Mención especial hace al santuario de As Ermidas, en O Bolo. Hasta este y a otros enclaves de la provincia guió a su novio ourensano: “A veces los turistas conocemos más cosas”, bromea. Al final lo animó a querer su propia ciudad, la que su novia adoptó como suya y de la que no quiere marcharse. “Yo me enamoré de Ourense, es pequeña, cómoda… Tienes todo al lado. En Moscú vivía rodeada de tres millones de personas”, recuerda. Como ourensana de pro, también se cabrea con el estado de las termas. “¡Esta ciudad necesita promocionarse! Las termas hay que arreglarlas”.