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Moussa Sar, natural de Sandiara (Senegal) probó suerte en Europa en los 90 hasta en dos ocasiones: “La primera vez estuve nueve meses en España, no me gustó y volví a Senegal con la idea de no regresar. Al año y medio fui a Francia y tampoco me gustó, entonces me quedé en Ourense”. Moussa asegura que, tras 33 años en la ciudad, se ha dado cuenta de que la vida es cuestión de suerte. “Los niños se van en patera por no defraudar a sus familias, pensando en que Europa y Estados Unidos solo tienen cosas buenas, pero uno se da cuenta de que no es así”.
A sus 56 años, y con dos hijos, pone su tienda “Todo a 60 cnts” en liquidación: “Espero vender todo en dos meses y volverme para allí”. Explica que “está harto” porque con 1.000 euros de alquiler, y las facturas, saca lo justo para comer. La decisión de volver a Senegal la tomó hace poco, después de un viaje para visitar a su familia, donde comprobó que “están mucho mejor que antes” y que “allí la gente no tiene tanto estrés para llegar a fin de mes, comen de todo”. “Además hace mejor tiempo”, añade.
Moussa, o Sar, como lo llaman en el barrio, conoce a muchos otros senegaleses en su misma situación: “La mayoría de personas que llevaban aquí más de veinte años ya volvieron”. “No hay trabajo, le falta incluso a los españoles” y dice que “los jóvenes acaban trabajando en el campo. Es muy duro, también lo pueden hacer en Senegal, que el campo es mucho más fértil”.
Al hablar de sus hijos saca varias revistas de moda del mostrador donde aparece la mayor, de 21 años, modelo profesional. Le da pena dejar el negocio, pero ya no le ata mucho aquí, está divorciado y “ahora está todo muy bien comunicado, 4.000 kilómetros en avión, no son nada”, afirma.
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