Duelo, que no luto, generacional

Se hizo bien, pero también mal A la generación de los sesenta del pasado siglo les espera el juicio sumarísimo de la Historia. Y muy bien no les va a ir, sospecho. Hijos de gentes con la herida de la posguerra, crecieron con la luz de la EGB, tuvieron una adolescencia con Franco bajo tierra, maduraron en una Universidad que era un hervidero político fruto de la estrenada democracia, trabajaron y cotizaron a la Seguridad Social a poco de estrenar la veintena y creyeron que el estado del bienestar de la socialdemocracia europea sería eterno, con recursos ilimitados, visibles en la sanidad pública y universal, y en la educación, que ya no era coto de clases dominantes. Disfrutaron de las conquistas del Estatuto de los Trabajadores y las vacaciones pagadas. La reconversión salvaje de muchos sectores mandó a la jubilación a cuenta del sistema público a miles de trabajadores de 50 tacos, sacándole un billete del Imserso para Benidorm, que curren los pringaos. Vieron como la Administración doblaba su tamaño al descentralizarse y dar de comer a casi 20.000 bocas en Ourense, una provincia de más de 400.000 habitantes en los 80, cien mil más que hoy. A cambio se transmitió a los vástagos el mensaje de que el padre no es padre, es amigo; al cole se va a probar, no siempre a aprobar; ser mecánico es un estigma y un fracaso familiar y ser abogado o arquitecto sin trabajo da pedigrí. El sudor del curro debe ser sustituido por del gimnasio, más reparador; el esfuerzo y la disciplina pasaron a ser maldiciones, sobrevalorados en todo caso. Se inventó el mileurismo para pagar incluso menos, dando entrada a nuevas figuras como los becarios y los Feuga, los remeros por 500 euros. Llegaron los contratos por horas, incluso en el sistema sanitario. Los alquileres se pusieron por las nubes, las hipotecas imposibles para alguien que cobra 600 lereles y la generación hija y nieta de los babyboomers está haciendo crack. Quedaron en estado líquido porque sólidos no fueron los principios que vieron o les inculcaron. Hartos Y claro, dicen los constructores que no encuentran gente que quiera trabajar en la obra, que el 75% de las empresas han tenido que rechazar obras por la carencia de personal y porque los costes están imposibles. Dice el Servicio Galego de Saúde que en 34 centros de salud de la provincia hacen falta profesionales y que para captarlos les pagan incentivos, y que aún así se las ven y se las desean para cubrir plazas. Dicen los transportistas que nadie quiere coger la furgo para llevar el pedido de Amazon porque le esquilman. Llega el verano con sus calores, y tal, con ganas de piscineo pero también ahí hay problemas para conseguir socorristas, hartos de exigencias, desilusionados frente a lo que esperaban. La sociedad posterior a la pandemia, que se dice, se está reinventando en su trazo grueso y por el camino quedan conceptos válidos hace un par de décadas, imposibles hoy. El empleo es una maldición por lo que parece. Qué mal educó aquella generación, qué mal pilotó el cambio social como para que todo estorbe, tanto el sol como la sombra, el frío como el calor. Lo revolucionario está en la tierra Diles a todos estos que apuesten por mancharse las manos en la tierra, que hagan el camino inverso del que se fue hace décadas escapando del sacho. Grupo Cuevas (137 millones facturados, 620 empleos) ha conseguido un 53% de sus ventas en sus centros en el rural. Artur Yuste, su director general, a medio camino entre el flautista de Hamelin y el guardián del grial de la leira, llamó a las huestes esta semana a volver a la tierra, no a morder su polvo, sí a revivir. Ya lo dijo Miguel Delibes: “El campo es una de las pocas oportunidades que aún restan para huir”. Volver a la tierra, cultivarla, que es la mejor forma de que se sienta útil, es una apuesta de Cuevas. No hay nada mejor que ir contracorriente, es lo más revolucionario que hay en la sociedad plana y líquida de Bauman. Palenque Pero, de momento lo más transgresor que hay es rebelarse contra el capitalismo opresor gastando lo que las estadísticas dicen que no tenemos. Arrancan las vacaciones de verano como el estallido de una bomba de palenque, con los precios por las nubes, ignorando el otoño. Al poner la lupa Que no les toquen (ni les muevan) la silla (JOSÉ PAZ) El PP de Ourense está de mudanza física, política muy pronto también. Han salido de Progreso para irse a la avenida de Buenos Aires. En los traslados algunas cosas se pierden, pero es importante mantener siempre la silla, que nadie la toque. Non tocar, dice ese cartel imperativo sobre el respaldo, que no es un sillón de mando ni la poltrona del poder, utensilios muy del partido. Los populares cambian de sede y pronto lo harán de tercio. En el gobierno de la ciudad ahora se hacen los incómodos con Jácome, haciendo bueno el refrán de que quien nunca usó bragas hasta las costuras le hacen llagas. En el pleno del viernes hubo ataques de dignidad, reproches a ese alcalde del que usted me habla, con la profundidad de la crisis de pareja que revelan las canciones de Pimpinela. La ruptura cada vez está más próxima, insisten en el PP. Que nadie les toque la silla, que es lo importante. Dejarla hoy para amarrarla en las municipales del 2023. Esa es la estrategia. El portafotos Darío-Carpio Estévez Pérez es juez sustituto del Juzgado de Instancia 2 de Ourense, con competencias en el Registro Civil. Supongo que en este tipo de tareas un profesional puede pasarse décadas sin que su actividad sea conocida por el vecino de al lado, hasta que un buen día el rostro del togado sale en el periódico porque su decisión adquiere relevancia, incluso polémica. Estévez firmó un auto por el que concedió el cambio de sexo registral a un niño trans de ocho años, de nombre Alejandro. La polémica puede venir no tanto por la decisión tomada sino por la edad de la persona sobre la que recae una decisión. En una entrevista en este periódico el juez se preguntaba: “¿Qué gana la sociedad con negarle a esta persona su derecho al libre desarrollo de la forma que él desee?” En principio, la sociedad no le ha negado o concedido nada, ha sido él soportando su decisión en la legalidad, faltaría más, pero quizá con una gran dosis interpretativa. Es complejo quedarse solo a una carta en un tema con tantas aristas como este. Lo que sí parece claro es que este asunto es uno más de los que evidencian que la sociedad que ha tardado décadas en configurar sus convenciones sociales, pautas de conducta y relación, saltan por los aires cada día.