El fiscal acusa a la expareja de una prostituta de acosarla

Exnovios, amantes o amigos.
Esta es la disyuntiva que quedó ayer en el aire en el juicio que sentó en el banquillo de los acusados a Eduardo T.G., imputado en un delito de coacciones tras la denuncia que le interpuso una mujer, a la que conoció en el club Tosca de la ciudad, y con la que mantuvo una relación sentimental. Pese a que la denunciante lo consideró su novio durante los cinco meses que duró la relación, él encausado cree que fueron algo más que amigos pero sin llegar a ser pareja a sabiendas de que no podía entablar con ella una relación estable con perspectivas de futuro. Él, según dijo, se sentía enamorado, pero sabía que ella no lo estaba.

El imputado, para quien el fiscal reclama un pena de ocho meses de cárcel por coacciones y la prohibición de acercarse a la víctima durante cuatro años, negó que la acosase. Reconoce que le pidió explicaciones cuando ella cortó la relación justo en el momento en que le ayudó a regularizar su situación en el país.

No obstante, el fiscal dibujó al acusado como una persona obsesiva y celosa que no aceptó de buen grado la decisión de su expareja de dar por concluida la relación sentimental. Mantiene que hasta que ella lo denunció, la acosó permanentemente, llamándola por teléfono y acudiendo a su domicilio y lugar de trabajo. El temor que infundió en la mujer fue tal que, según precisó la acusación pública, tuvo que cambiar de forma de vida y solicitar una orden de protección.

La defensa, por contra, adujo que la mujer, con la orden de alejamiento plenamente vigente, cuando lo veía lo saludaba con besos y abrazos.

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