FUTURO

La generación más
 preparada espera por su oportunidad

Jovenes durante la prueba de selectividad en Ourense. (Foto: Miguel Angel)
photo_camera (Foto: Miguel Angel)

A todos les une su juventud. Unos trabajan, otros estudian, universitarios, FP. Los hay que rematan y sufren el paro; otros prueban fortuna por segunda vez

Para María Carrizo, de 26 años, lo más fácil hubiera sido emigrar, dejar el país. Con 18 ya estuvo un año en Irlanda, estudiando y trabajando. Pero tiene claro que “si te vas hoy al extranjero sabes que no vas a volver a trabajar en España; muchos de mis amigos lo están haciendo pero yo, en este momento, no quiero”. Después de aquel año en Irlanda estudió Topografía en Madrid, a lo que sumó un curso de tasaciones inmobiliarias. Durante mucho tiempo, tras terminar, enviar curriculum y pedir trabajo se convirtió en un oficio más pero sin nómina. En Irlanda había conocido a su pareja, un economista ourensano con el que convive; esa es una de las razones por las que se queda. A lo largo del reportaje no será el único caso.

Rafael Adalid, 24 años, terminó Magisterio antes de la implantación del Plan Bolonia. Después vino un máster de “Atención á diversidade”, tratando de ganar puntos de cara a unas supuestas oposiciones de Infantil que nunca se convocaron. Aun así, por aquello de no perder el hábito, él las sigue preparando como si fueran para el mes que viene o el siguiente. Entretanto, lo ha intentado de muchas maneras posibles, mandando cientos de curriculum a colegios concertados y privados, sin obtener respuesta alguna. “En todo iste tempo o único choio que me saiu foi nun par de ocasións o de monitor de tempo libre”, comenta; el de monitor es otro de los títulos que posee. La vida de Rafael, al igual que la de muchos otros jóvenes universitarios en situación semejante se vuelve rutinaria, por no decir monótona, “sacar o can, acudir á Escola de Idiomas, axudar a facer a comida -os dous pais traballan-, preparar as oposicións, acudir ao ximnasio”. En la universidad conserva algunas de sus amistades. Antes, cuando estudiaban, quedaban los jueves, ahora lo hacen de vez en cuando, sobre todo para ver algún partido de fútbol. Del grupo de gente con los que estudió, ninguno está trabajando, al menos en lo suyo. “Non é comprensible que haxa tanta xente estudando para tan poucas plazas, cando convocan, a derradeira vez creo que foron 50”. Vive con sus padres, que comprenden la situación y no le presionan, “aínda que é duro seguir tirando da paguiña, cando podías ter un soldo”, de seguir en esta situación un par de años, salir al extranjero será más que una opción a considerar.

En el peor momento

Miguel Bahamonde tiene 29 años, en 2010 remató Ingenería de Caminos en Madrid, se presentó a no pocas entrevistas y envío innumerables curriculum; no hubo respuesta. Para incrementar opciones dentro del ramo, realizó un máster en Ingeniería Industrial. “Eu rematei no peor momento da crise, cando a obra pública se esfumou, e no estranxeiro as empresas españolas buscaban experiencias moi amplas, 8-10 anos, ou senón recién titulados”. Miguel lo pasó francamente mal, lo reconoce, pero supo, con el apoyo de sus padres, ambos con carrera y con trabajo, y con mucho tesón por su parte, dar un giro a su vida. Esta vez en Ourense, se matricula en Ingeniería Informática, está en 2º, con buenas notas y amplias posibilidades laborales. “O 92% da xente que estuda Inxeniería Informática atopa traballo en menos de seis meses, senón en España alomenos fóra”. Un ingeniero como él, recién titulado puede percibir aquí 1100-1200 euros, en Alemania u Holanda, 4.500 euros; las opciones de salir al rematar las tiene claras, semejante esfuerzo formativo merece recompensa. Con él está su hermano André, de 21 años, que estudia Ingeniería Industrial -mecánica- en Vigo. Está en tercero, mira con recelo todo lo que le ha pasado a su hermano, espera tener mayor suerte. El año que viene hará el proyecto de fin de carrera en Munich, la beca es raquítica, 200-300 euros al mes, aprovechará para ver lo que se hace allí y de paso aprender el idioma, por si hay posibilidad de quedarse.

Las estadísticas y sus cifras son tozudas, el algodón de la demografía señala que nuestro horizonte de futuro mengua que se las pela, un grave problema. La emigración siempre ha sido una piedra angular, nuestra realidad territorial actual -de abandono y ruina- tiene mucho que ver en ello -no hacen falta expertos para constatarlo-, para más inri, al margen del envejecimiento y sus repercusiones fulminantes, los flujos migratorios y las intenciones, persisten. De las 15.746 personas que el pasado año hicieron las maletas en Galicia, 3.313 eran ourensanas, muchos de ellos eran mozos como los que nutren el reportaje, jóvenes que, en medio de una compleja encrucijada, abordan el futuro con suma cautela.

En esta provincia la demografía y sus datos nos liman la esperanza. Estos jóvenes serán quienes asentarán la base poblacional del mañana, los encargados del “creced y multiplicaos”, que de hacerlo, léase emigrar, lo harán en otras latitudes. Entre los entrevistados, al ser preguntados por la vida en pareja y la opción familiar, aplazan fechas, hasta casi la cuarentena. La vida en pareja sí que se contempla, es más, en algunos de los casos ha sido el elemento aglutinador para no haber emigrado ya. Cuestión de tomar nota.

Te puede interesar