Historias de un sentimental

La huella y la impronta de los salesianos en Ourense

Todos los alumnos que han pasado por los diversos centros donde se cursó el bachillerato en Ourense, fuera el Instituto o centros privados o dependientes de congregaciones religiosas, suelen recordar con afecto, como es normal, aquel periodo de sus vidas, con escasas excepciones, que también las hay. Pero dentro de eso, los Salesianos dejaron su propia impronta en la ciudad por algunas determinadas características, ya que era en mi época un colegio especialmente orientado a las clases media baja y baja, con carácter general, frente al perfil sociológico de otros centros que atraían a su propio segmento. Hablamos de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo.

Los salesianos se establecieron en Ourense en 1910, pero no para la enseñanza regular, sino con el propósito de dedicarse a otro aspecto de su actividad, una granja escuela o taller hogar, como luego habría en Vigo. Cuentan las crónicas, que en 1897 una generosa dama ourensana, doña Carlota Vázquez Sarmiento quería donar a un fin religioso una extensa finca de la que era propietaria junto al puente viejo, el canónigo de la catedral de Ourense, Juan Bautista Casas González, que tenía simpatía por la obra de don Bosco, le aconsejó que la cediera a esta congregación. Y así fue.

Fiesta de mayo y teatro escolar.jpg_web

 

A lo largo del siglo XX, salvo los avatares de la II República, la vida pública del Colegio Salesiano tenía además una especial característica, ya que el 24 de mayo, día de María Auxiliadora. En los años sesenta, todos los alumnos de todos los niveles –entonces vestidos de blanco impoluto--- salíamos en procesión por las calles de la ciudad, como evocan y recuerdan las viejas imágenes de aquellos tiempos.

Este colegio tenía entonces –cosa que no sé si se conserva—una especial sensibilidad hacia una serie de actividades muy marcadas que, no en vano, hicieron que San Juan Bosco sea el patrono de las gentes del teatro, del cine y de los espectáculos. Todos los domingos había cine en el colegio, y con frecuencia se celebraban concursos, recitales y funciones de teatro y hasta de zarzuela, en alguna de las cuales yo mismo participé. Además, el colegio tenía una especie de estudios de radio que comunicaba con todas las clases, en los que los aficionados como yo ya nos entrenábamos. Es curioso, pero yo mismo debo mi posterior vocación profesional a aquellas actividades teatrales del colegio, que luego repetí en otros ámbitos y que finalmente me llevaron al mundo de la comunicación, iniciado precisamente por la radio.

Por esas paradojas o casualidades de vida, hace unos años, me tocó ser miembro del tribunal de la tesis doctoral del director del Boletín Salesiano, en un acto académico al que acudieron para respaldarlo, en la Universidad de Sevilla, las dos máximas autoridades de la comunidad salesiana de España, de suerte que pude presumir que el camino que me había conducido hasta aquel tribunal yo lo empezara como alumno de un colegio salesiano en Ourense.

Los ourensanos de aquel colegio y de aquel tiempo, mantenemos una profunda hermandad que todos los años nos vuelve a reunir en una emotiva jornada en aquel centro de nuestra infancia y adolescencia. En la capilla recordamos de viva voz los nombres de los que ya se fueron y, como es lógico, nos reunimos en una especie de asamblea y almuerzo de confraternidad en el que nos emplazamos de un año para el siguiente. Lamentablemente la pandemia no nos ha permitido reunirnos estos dos últimos años, pero esperamos poder volver a congregarnos la primavera que viene.

Los tiempos cambian, y no siempre para mejor, pero los ahora setentones, conservamos un especial apego a las cosas simples de un tiempo de vida más sencilla, en la que se practicaba, a mi entender, un mayor nivel de relación social escolar con el centro como parte de nuestras vidas. La comunidad salesiana en Ourense tiene un profundo arraigo en la ciudad. En aquel tiempo, entre el Colegio de los Salesianos existía una enconada competencia con los maristas, expresada en las competiciones deportivas, especialmente en el baloncesto, lo cual, siempre no salga de ese terreno no es malo.

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