Deambulando

Loberas en el prodigioso roquedal xeresiano

Camino de rocas a la base de los picos del Xurés.
photo_camera Camino de rocas a la base de los picos del Xurés.

Esta solaina invernal que desparrama tanta luz, enaltece a la naturaleza, sobre todo la montaraz, lo que es un desparrame para el espíritu, aun reconociendo que esos manchones amarillos de las mimosas en plena floración, no son más que una plaga en nuestro medio natural. Y esto fue lo que nos sucedió a un cuarteto de caminantes que monte a traviesa vagamos por la falda norte del Xurés y no la lusa sur del Gerês, con el fondo de los llamados Picos da Fontefría. Algún ingenioso inventaría una a modo de marcha llamada “los 14 ochomiles del Xurés”, o sea, subir a los 14 picos de más de 1.000 metros. Aquello a primera vista parecía una desmesura y ése era el impacto que se buscaba. El Xurés de acá y el Gerês de allá no precisan publicitarse, aunque algún acompañante lamentaba que tanta gente por la Ribeira Sacra y tan poca o ninguna por acá, tanto que un amigo que montó una casa de turismo rural en las faldas del Xurés hubo de cerrarla por falta de clientela. A nadie vimos caminando por allá un festivo día, a sol batiente, de ideal temperatura y un regalo para la vista, y un esfuerzo para el espíritu cuando el cuarteto nos pusimos en marcha desde la aldea de Guende que apenas debe contar con media docena de vecinos, pero sí con capilla y casas restauradas desocupadas y de llenado estival, se supone. Puede llamar desde allí a Benito, de Esperanzo, al que nosotros llamamos Bento, pero como en el mismo Lobios trocamos o Pé do Cabril geresiano por éste da Fontefría, no había tiempo de converger con él.

Transitamos desde la aldea por la suavidad de un camino de reciente retocado y estropicio, como se suele o esto pensábamos porque adelante una enorme granja, acaso demandase esta reforma caminera o una traída de aguas. Íbamos camino del llamado Foxo do Lobo de Guende que si al principio adulterado el vial, luego recuperada su naturalidad y aderezada por esas esculturas de láminas de hierro que se fijaron en los tramos del camino hasta el foso, obra de Toni Monteiro, que no sabemos que vayan a durar mucho en su fijación, pero son ilustrativas de las diversas posturas del lobo: aullando, al acecho, a la sumisión… hasta toparnos con panel explicativo de la función del Foxo situado al frente, que era de los llamados de cabrita, porque se ponía un cabritillo o corderillo balante para atraer al canis lupus signatus que rodeando la muralla y viendo que casi a nivel la presa, saltaba y luego se encontraba con el problema de salvar el foxo, que en la provincia de Zamora eran de lajas pizarrosas y con voladizo al interior para impedir el salto del lobo.

Las loberas eran legión al norte del Duero, y por acá ésta de Guende y muchas de convergencia en las que se iba acorralando al lobo hasta hacerlo transitar por entre los altos muros en forma de uve que convergían en un pozo donde caía el animal, que era rematado allí mismo, o si indulto temporal, se le sacaba, se le ponía un gran palo entre las mandíbulas y se le conducía al pueblo donde se hacía como simulacro de juicio, y como tantos males de él se imputaban, el juicio condenatorio le llevaba a ser apedreado hasta la muerte o rematado por el acero. Esto me contaron se hacía en el foxo do lobo de Barjacoba, en los zamoranos límites con Ourense. En otros lugares se le desollaba y la piel era subastada y el que la adquiría la iba mostrando por los pueblos donde recibía un óbolo, sacando más rendimiento de una que era inversión. Los foxos de acá o son de cabrita o de convergencia como algunos de la sierra da Peneda y el de Montegrande, en Bande.

Como la cosa iba de lobos, un colega localizó alguna deposición del lobo, fotografiándola para constancia de que el canis lupus signatus sigue campando por allá, cuando nos hallamos en el paso que sino la Hendidura de Roldán, en el Pirineo, la leyenda dice que causada por la espada del caballero franco, si la del fray que desde el monasterio de Pitoês das Junias venía a misar a Cela o a otra parroquia limítrofe y que perdería la vida por allí donde se supone feneció víctima del frío; como una cruz de palo lo rememora, sobre base cuadrangular, el tal, Fray Gonçalo grabado en ella, aunque un galleguista de pro que nos acompañaba se empeñara en decir que Gonçalvo, que consultada la raíz germánica y la lusa es el primer nombre el que prevalece.

Como una parada de absorción de líquido y masticado de manzana como para reponer fuerzas para la que nos esperaba entre el roquedo, por casi siempre pétreo sendero que nos situaba en la base de los tres picos conocidos por Couto das Fenteiras, das Gralleiras y da Fontefría, que será por los helechos, los grajos o córvidos y lo frío de una fuente que no lo es; pero el más alto y accesible de los tres, que tanto lucen al trasponer o alto do Vieiro en ruta hacia el Xurés.

Dos canis domesticus se movían a su aire sin perturbar nuestra marcha, de descubrimiento del monte, de tan alejados y rápidos en acudir a la llamada de su amo que nos haría pensar cómo debe desplazarse un lobo por su territorio cuando sus parientes urbanitas lo hacen con tanta agilidad y rapidez.

Con los picos al frente, las ganas de subir cedían a las de comer por lo que hicimos asiento en el roquedo para entregarnos a jamones, mejillones, quesos, francesas tortillas y ensaladas en táper, y como bebida agua transportada porque poca confianza en alguna manante en el camino, por colonizados sus nacientes por el vacuno de alguna vaguada. Y en esta faena, uno prefirió no comer y ascender hasta el Fontefría, quedando a sus pies por no atreverse a la trepada.

El retorno en la placidez de un día con temperaturas en ligero ascenso fue un solaz para la vista repartida entre dónde poner los pies o, parados, expandirla por aquellas fermosuras rocosas donde se representaba un dromedario sedente, un lobo de perfil, un delfín emergente, y tantas formas a medida que modificabas tu itinerario. Este roquedal lo tiene todo lo que se deriva de su periglaciarismo.

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