Milethmar Cornejo, una historia de mujeres, madres, y migrantes de ida y de vuelta

Milethmar Caridad Cornejo Carrillo nace en Venezuela, hace treinta y dos años en el seno de un matriarcado latino en el caraqueño barrio de La Florida. Milethmar Cornejo Yamilet, su madre, por entonces apenas veinteañera, trabajadora fuera del hogar y sin la ayuda del padre de la criatura, entraba y salía de casa mientras su abuela materna Aura Marina cuidaba de ella, como hicieron siempre las abuelas, aquí y allá, encajando el puzle de una conciliación imposible. Contaba Mileth ocho años cuando Aura Marina conoce a un ourensano del barrio del Pino con el que inicia una relación. De tanto amor abuela y nieta emprenden una travesía y se mudan con él al Veintiuno, en Ourense. Los años pasan y la pequeña vive el final de una infancia con ese matriarcado dividido y una adolescencia marcada por una presencia masculina de nuevo fallida, pues debido a los problemas de alcoholismo de la pareja de su abuela, ambas acaban en una casa de acogida donde pasan un año hasta que consiguen rehacer su vida y emprender un nuevo horizonte. “Todavía voy a visitarlas”, sonríe Mileth al recordar a las religiosas que regentan el centro. La vida pasa con sus más y sus menos, la nieta estudia, la abuela va haciendo horas de servicio doméstico y entretanto acumula derechos de residencia que finalmente se quedan en nada. Aura Marina vuelve a Caracas en 2011 por recomendación médica. “Entra en depresión” desvela Mileth, y hace responsables al desamor y la diáspora. “Siempre le gustó esto pero se veía sola…”, confiesa sobre ese gran apego de su segunda madre hacia Ourense y lo que la ciudad representaba. Milethmar Cornejo y su familia 2015 marca una segunda llegada de Mileth a Galicia, en rescate de esa abuela aventurera que había vuelto poco antes y que recién regresada sufre un ictus. “Tenía un pasaje de un mes de ida y vuelta”, narra la más joven de las Cornejo. En una pugna entre el deseo de marcharse y la necesidad de quedarse se le “apareció un angelito”, un amigo con el que se hizo pareja de hecho, y gracias al cual obtuvo la nacionalidad. Hoy Milethmar es vecina del barrio de Las Lagunas, tiene un niño de tres años que no es hijo de ningún espíritu santo y que, al igual que ella de pequeña, recibe los cuidados de su madre y de su abuela Yamilet, quien finalmente pudo venir desde Caracas a reagruparse con las otras mujeres de su vida. Ahora es Mileth la que entra y sale para trabajar en el bar del Hospital Santa María Nai. “El dueño me dio una oportunidad a pesar de no saber nada de hostelería”, comenta sobre su profesión en la que ejerce desde 2017. La jornada reducida le permite estudiar un grado técnico medio por las tardes. “Lo que me gustaría sería surgir”, expresa de este modo Milethmar su deseo de medrar en lo profesional y lo personal, y se muestra plenamente conocedora de “la falta de oportunidades de empleo”, que a su entender aqueja a la ciudad. Cuando la joven Cornejo habla transmite cercanía, y deja caer algún tópico que ha podido llegar a sus oídos acerca de las mujeres latinas. “Vienen acá a enamorar a los hombres para quitarles el dinero”, comparte perpleja. Milethmar Milethmar no es acaudalada, como tampoco lo es su madre, ni lo fue nunca su abuela. Rica en experiencias es una madre latina, que echa de menos el clima y sus empanadas venezolanas, pero que para cumplir su sueño “darle estabilidad a mi hijo”, suspira, está dispuesta a enamorarse… del caldo gallego.