UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD

La nueva vida de Balú

Estuvo a punto de morir en septiembre del pasado año, tras ser agredido salvajemente por su dueño, pero el perro Balú goza hoy de nueva vida. El maltrato de antaño se tornó en cuidados en su hogar de acogida. 

La historia de Balú es una de esas de segundas oportunidades. Esas que dan entrada a una nueva vida. Imperfecta, pero muy mejorada. Es la crónica de un perro en la que se entrelaza lo peor y lo mejor del ser humano. Crueldad y generosidad a partes iguales.

El setter irlandés que en la madrugada del 3 de septiembre de 2015 fue rescatado in extremis por la Policía Local de un contenedor de basura del barrio de A Rabaza estuvo a punto de morir cuando tenía dos años de vida. Su dueño le fracturó el cráneo por cuatro sitios distintos con un cincel de hierro. Una parte de su cerebro quedó muerto para siempre. Entonces, Balú era Lordi, un perro maltratado.

El trabajo altruista de la Asociación Protectora de Animales de Ourense (Progape) dio otra oportunidad al protagonista de esta historia. Su presidenta, María del Campo Rodríguez, se pasó noches enteras a su lado esperando un milagro. Hasta que Balú despertó del coma.

Maxi Cid, el coordinador del servicio de noche en la Policía Local de Ourense cuando el can fue agredido, comenzó a visitarlo en la perrera para interesarse por su estado. "Era la víctima de un delito, y los policías nos interesamos por su evolución", dice.

A la asociación, que pasó a ser propietaria de perro, con buen olfato para los amantes de los animales, le gustó la actitud del agente y vio con buenos ojos la opción de que pasase a un hogar de acogida para facilitar su recuperación. Hubo muchas peticiones, incluso programas televisivos en prime time que quisieron buscarle casa, pero Maxi no sólo resultó una buena opción sino la mejor. De hecho, ya tiene pensado adoptarlo.

Los primeros meses fueron complicados: el perro estuvo seis meses sin oír y casi otros tantos con los ojos ensangrentados. Aunque lo más grave sucedió al cabo de un mes y medio, cuando convulsionó 14 veces en 24 horas. 

Desde que Balú tiene una nueva casa es un perro que ha olvidado los errores del pasado. Salta, corretea a sus anchas por una finca del extrarradio y hasta tiene un compañero de andanzas perrunas, un viejo cocker llamado Malú. Y, aunque no retiene sentimientos en forma de recelos hacia las personas que le son ajenas, el horror de antaño le pasará factura de por vida. Sufre un epilepsia para la que debe medicarse con cuatro Luminaletas diarias: dos pastillas en la toma de mañana, con quesito incluido, y otras tantas de noche. Su cuidador lo describe de forma muy gráfica: "Le falta un puntito, no juega con pelotas, se desorienta en el monte, perdió fuerza en el tren trasero de su cuerpo... Tiene una pequeña discapacidad". Pero, pese a todo, a Balú se le activa el cuerpo con saltos de alegría cada vez que Cid asoma por la puerta de casa. Y a Maxi se le activa la ternura.

Su afabilidad (no ladra nunca) llama la atención. De hecho, en el barrio es el perro más popular. "Lo quiere todo el mundo, y, para mí, es una válvula de escape", concluye.

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