Una oposición sin dignidad

Colonos que se van sin mirar atrás La ciudad de Kolmonskop, en Namibia, está situada en medio de la nada, rodeada por kilómetros cuadrados de arena. La fiebre de los diamantes, a comienzos del siglo XX, despertó la ambición de colonos dispuestos a arrancarle a las entrañas de la tierra el preciado mineral. En solo dos años se construyeron viviendas, centros públicos, incluso llegó a tener casino. Se cimentó todo en el espejismo de los buscavidas. El precio de los diamantes cayó y su explotación despertó el recelo de medio mundo. Kolmonskop se vino abajo y con la misma rapidez que llegaron los colonos, la abandonaron sin mirar atrás. Las imágenes hoy revelan que el único que ha ganado ahí ha sido el desierto. Aquellas instantáneas tienen retazos de las postales del presente ourensano, donde el desierto mental de ciertos dirigentes se extiende sin que nadie lo embride. El diamante de la ciudad (podría ser el termalismo, pero hace ya mucho que lo dudo) ya no se pule. Todo queda al albur de los toscos mandatarios que todo lo convierten en arena. Las termas de A Chavasqueira fueron pasto de las llamas el 24 de abril del 2019. El 29 de julio del mismo año ardió la zona termal de Outariz. El tiempo es una lápida en Ourense con la inscripción "aquí yace la desidia" esculpida en cada poro de los miles de piedras que morfológicamente caracteriza nuestro entorno. Chavasqueira y Outariz siguen hoy retroalimentándose de su propias cenizas, son como las minas abandonadas una vez que la ambición se marchó y la alternativa no llega. Los carteles de Ourense termal son un sarcasmo y una vez que nos adentramos en la ciudad siguiendo la estela del vapor del agua caliente paramos en el entorno de As Burgas, con la piscina cerrada y el rechinar de las cancillas atravesando los tímpanos. De paso, el pedregal que iba a ser el balneario de cuatro estrellas de Xardín das Burgas es solo un nido de ratas. Un poco más adelante la vieja cárcel, de propiedad municipal, esperando otros veinte años por una mano que la atienda. La ciudad sigue camino de convertir sus señales de identificación en lápidas, esperando una tormenta de arena que demuestre que el desierto ha ganado, como en aquella ciudad de Namibia en la que ya no quedan colonos, apenas unos buscavidas. La retahíla de los agravios eternos Pero ni lo finalizado toma aire. El barrio de San Francisco es el que más equipamientos culturales ha concentrado en la ciudad en décadas con archivo, auditorio, biblioteca o el claustro. Ni una sola idea para explotar en su conjunto esas dotaciones, ni un solo plan de dinamización para un barrio que lleva décadas pidiendo cariño. Ni una identificación en la ciudad que señale dónde está ese conjunto y qué se puede ver. Ni una jornada de puertas abiertas para que los ourensanos conozcamos qué hay allí, si merece la pena pensar en algo más que en si la pandemia nos permite ir al bar. En la ciudad de Jácome los autobuses no se renuevan, las concesiones siguen en precario, la plaza de abastos de A Ponte sigue cerrada cinco años después de que una ministra y otro alcalde inaugurasen un mercado que nunca abrió. Los contenedores de basura siguen esperando fotos de los candidatos de las próximas elecciones, viejos, anacrónicos en la sociedad del reciclaje. El AVE pita a lo lejos, aquel que nos dijeron que vendría tirado por una locomotora atiborrada de billetes. Este bienvenido Míster Marshall está a punto de llegar al barrio de A Ponte, uno de tantos, en una ciudad de entre tantas con un alcalde así que solo podría gobernar una ciudad así. Y sin oposición. Algo más que cemento y piedra Esta ciudad, en el más recóndito de nuestros sueños, la hemos soñado ex novo, aprovechando el curso de los ríos, sosteniéndole la mirada a la piedra, respetando su pasado. Pero Ourense es mucho más que escuadra y cartabón, mucho más que el rincón onírico de sus pretendidos urbanistas. Es la urbe de la tradición cultural, del cosmopolitismo de un rincón con hechuras del rural que se viste de Purificación García. Un lugar que se ha despersonalizado, que ha perdido referentes, que no echa de menos ni el cabrearse. Ha laminado su conciencia social, ha dejado que el voto cada cuatro años sea un cheque en blanco. Este Ourense se pone mascarilla para protegerse del virus, quién sabe si para no tener que taparse la nariz. Dignidad en venta La urbe que se desertiza como aquella de Namibia es la que deja el futuro en manos de la indigencia moral. Es ese Ourense que mientras se sacude el polvo del camino ya le da lo mismo que la dignidad de sus representantes en el Concello se venda por unos contratos de asesores. Cuando el gobierno no está se espera por la oposición, pero una parte está en venta. Al menos puso precio a su dignidad. La Navidad la traen los alcaldes Desde que la Navidad la traen los alcaldes todo es diferente. En la Federación de Comercio pedían unas fiestas a oscuras para ahorrar y repartir soldada entre afectados, luego exigían que Jácome encendiese los farolillos para convertir Ourense en el real de la feria de abril de Sevilla. Los regidores soportan el peso de las exigencias sociales, excepto al de la ciudad, que todo se la trae floja. El alumbrado navideño se ha convertido en un elemento de presión a mayores desde que Caballero puso el listón de Vigo. Es lo que queríamos, que también el alcalde diga cuándo es Navidad. El portafotos Ana Morenza pasó del gobierno a la oposición sin cambiarse de ropa. En el fondo de armario de un político tienen que estar colgados los básicos, los blancos, los negros, los azules porque nunca sabes cómo acabará el día. Morenza creció políticamente en el gobierno municipal ourensano siendo concejala de Hacienda con Jácome, que es algo así como gritar abracadabra, esperando el truco o el sueño de hacer de la rana un príncipe. La ufana concejala del PP, con viento en las velas, dijo en abril de este año que los presupuestos del Concello de Ourense "son os máis sociais da historia, os orzamentos da recuperación económica e social, e os que van permitir a recuperación do benestar". Y no le tembló la voz. Jácome le secundaba: "son fundamentais para a reactivación económica na situación en que estamos". Y se aplaudieron y se sonrieron con la sinceridad con la que se ríen las hienas. Solo cuatro meses de ser el bastón del lisiado gobierno local, el PP da la espantada y ponen a sus concejales a hacer oposición, a escandalizarse por un gobierno que ellos se inventaron y todos padecemos. Y en ese ejercicio cínico le piden a Ana Morenza que se haga la escandalizada porque Jácome tardaba en encender las luces navideñas. Igual se escandalizaba. Y no le tembló la voz, sí la credibilidad.