Tribuna

Ourense y el torbellino emblemático de Galicia


El himno de Cabanillas que cantaban los agrarios ourensanos pudo ser el de Galicia.  Y la bandera que izaba la corporación de Ourense, al igual que otras Sociedades americanas, pudo ser la gallega. El Romanticismo había hecho hincapié en los sentimientos y desde la “Primavera de los pueblos”, algunos de ellos habían encontrado su aposento en los símbolos. Inevitablemente, como advertía el sociólogo francés Durkheim, los emblemas, una vez más, no eran sino elementos de cohesión social.

Lo cierto es que, a lo largo de la centuria decimonónica, no dejaron de proliferar; ni los más dinámicos, ni los más estáticos. Galicia mismo, en 1890, con un elenco de poetas, puestos al servicio de la emancipación del país, se dota, tanto de un himno -antes que, algunas naciones europeas, como, por ejemplo, Portugal o Irlanda-, como, en 1892, de una bandera. Con todo, semejante torbellino emblemático genera confusión, en las Corporaciones y en las Sociedades, que no tenían claro cuál izar. Aún más, si cabe, cuando Rusia presenta reclamaciones ante los organismos nacionales afirmando que la bandera de Galicia imitaba el diseño de la que su Armada tenía ya desde Pedro I. En Ourense, por ejemplo, se izaba con frecuencia la blanca y, en otras provincias, en concreto en Pontevedra, prevalecía la que había sido dibujada, alrededor de 1905, por Manuel Murguía. Precisamente, en 1912, la Academia Gallega, presidida por el marido de Rosalía para evitar confusiones, recomendaba el uso de una sola bandera. Junto al secretario de la Academia, Eugenio Carré, aconsejaba utilizar la blanca con una banda azul, que “la atravesase diagonalmente de la parte superior izquierda a la parte baja de la derecha”.

Más, si había un símbolo que integrase, por encima de los demás, a un colectivo sin ningún género de dudas, era el himno. Era más dinámico. Presentaba elementos identificadores, que les permitían a los miembros de un grupo participar tan activamente que la individualidad, a menudo, se difuminaba en la colectividad. El himno obrero que, por cierto, se aprueba el mismo año que Rusia reclama la modificación de la bandera gallega siendo “apátrida”, es un claro ejemplo de ese poder integrador. Y en este sentido no deja de ser circunstancial, aunque sí al menos curioso que, del mismo modo que La Lyre des Travailleurs le había encargado a Pierre Degeyter, un músico belga, que musicalizase la letra del escritor francés, Pottier, La Liga de Acción Gallega, a propuesta del cura de Beiro, Basilio Álvarez, en 1913,  le pida al director de la Lira de Ribadavia, Adolfo Campos López, compositor que había dirigido la laureada banda de cazadores de Reus, la musicalización de la letra de Ramón Cabanillas para su himno agrario regional. El poeta gallego, compañero de Basilio Álvarez, aprovechando su estancia en Madrid, había escrito unos versos que recogían el sentir del campesinado gallego - “… Antes de ser escravos, ¡irmáns, irmáns gallegos!, que corra a sangre a regos, dende a montana ó val…”-. 

El cura de Beiro pensaba que nadie mejor que el director de la Lira, que vivía en primera persona el resurgir del movimiento agrario en la comarca del Ribeiro, podía musicalizar con el sentimiento preciso, aquel enérgico poema. Por eso, con motivo de una visita personal a la Sociedad de Agricultores del Avia, le propone a Adolfo Campos componer el himno agrario sobre la letra original de Cabanillas. Y, su estreno se produce en un mitin, en Ribadavia, al que Basilio Álvarez no puede asistir por enfermedad. Aun así, se oficializa aprovechando la V Asamblea Regional Agraria, en la misma villa. 

Todo el mundo lo tararea. Es de dominio público entre los agrarios “ribeiranos” y ourensanos, gracias a que, a petición de los suscriptores, el semanario El Tea y el periódico regional Galicia Nueva en 1914 lo reproducen, antes de que Cabanillas lo recoja, al año siguiente, en la sección “Da Terra asoballada” de Vento mareiro. 

Desde ese instante, himnos como el de Riego o el de la Marsellesa, que habían sido habituales en eventos, o en recibimientos, como el que le hace una comisión del partido republicano, en 1906, a la librepensadora Belén Sárraga, quedaban relegados a un segundo plano. Ahora, aquella partitura hímnica entra a formar parte del repertorio no sólo de la Lira de Ribadavia, decana de las bandas de Galicia, o del naciente Orfeón, sino también de otras agrupaciones musicales. A menudo, pone el colofón a actos culturales y políticos en centros gallegos nacionales y americanos. Se interpreta tantas veces que la prensa se atreve a decir que por la letra y por la música, tanto el texto musicalizado de Cabanillas como el de Pondal, podrían convivir como himnos de Galicia. 

La verdad es que, durante la segunda década del siglo XX, en Ourense sigue sonando, entre el activismo agrario ourensano, con la misma intensidad que el himno obrero, lo hacía en el ámbito internacional. Y, si el gobierno francés en 1907 prohibía que se entonase en las reuniones socialistas en el territorio galo, de la misma forma, el alcalde de Leiro, en el marco local, sacaba un bando en 1914 prohibiendo interpretar el Himno Agrario. Hoy sus letras mantienen su belleza y su fuerza; y, sería disparatado no pensar que, como las de cualquier otro himno, suenan anticuadas. Aun así, la historia, la metáfora y la música, por momentos, los llenan de vida.

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