Es uno de los espacios privilegiados de la provincia. En el entorno se respira paz y tranquilidad, aunque la huella de los incendios indica que la mano del hombre siempre es un peligro potencial. Con todo, el lugar es una invitación a disfrutar del

El paraíso del silencio

La emblemática espadaña del monasterio de Rocas (Foto: L.P.)
Cuando el viajero llega a San Pedro de Rocas, se da cuenta inmediatamente de que no está en un lugar cualquiera. La subida por la ladera de la montaña desde la carretera que va de Tarreirigo a Luintra da paso a un escenario de una belleza insospechada. La vista que se abre hacia el horizonte es espectacular y el propio monumento enclavado allí también lo es. La gran mayoría se acerca en vehículo particular o en autocares de turistas, pero para los más valientes existe la posibilidad de llegar andando a través de rutas que surcan el monte por un paraje privilegiado.
En los últimos tramos quedan las cicatrices del último incendio importante registrado allí. Los vastos pinares están siendo tratados a base de retirar la madera quemada y podar los árboles que todavía pueden salvarse, que son bastantes. Es la imagen que rompe la armonía de un enclave especialmente apropiado para las caminatas, el más humilde paseo o, simplemente, el descanso y el disfrute de la naturaleza.

Se trata de un monasterio datado en el siglo VI, en el que existen vestigios de haber sido habitado por siete eremitas, retirados allí a la vida contemplativa y de oración. Dicen los expertos que el conjunto tiene mucho más valor antropológico que estético, aunque el visitante suele ser mucho más generoso en esta última apreciación. La iglesia, también del siglo XV es una de las más antiguas que se conocen, con sus tres naves excavadas en la roca; de hecho se trata de uno de los testimonios más antiguos de la vida eremita en Galicia y uno de los más antiguos de Europa.

El campanario, obra de Gonzalo de Penalva, es ya del siglo XV. Está ubicado en una enorme peña situada a veinte metros de altura. Desde un pequeño espacio contiguo a la iglesia, utilizado como cementerio, sale un camino que baja por la montaña hasta la Fonte de San Bieito, también excavada en la roca.


ABANDONO

Mas ese currículum de relumbrón tampoco fue capaz de escapar al abandono, hasta la práctica desaparición. Sería en el siglo XI, cuando el caballero Gemondo se estableció en él después de descubrirlo en sus andanzas de caza. También se retiró del mundanal ruido, tal vez pensando que con lo que allí había, lo de fuera merecía poco la pena.

En 1923 fue declarado monumento histórico-artístico, aunque tampoco eso salvó a ese enclave del abandono, que se mantuvo prácticamente hasta la década de los noventa. Las ruinas del monasterio fueron utilizadas desde los años setenta por la Ciudad de los Muchachos para la meditación y la oración de algunos jóvenes que eran enviados allí. En los noventa vendrían importantes obras de restauración, que afectaron también al espacio exterior, creando un aparcamiento con el suelo empedrado. Los trabajos devolvieron al monumento un aspecto parecido al que debió tener en la antigüedad. Hoy puede ser visitado por dentro todos los días excepto los lunes. Aunque no suelen producirse aglomeraciones de visitantes, el goteo de turistas que se allegan hasta allí es constante, si bien con mucha mayor incidencia durante los fines de semana y en los meses de verano. La titularidad del monumento es de la Diputación, si bien el concello presta colaboración e incluso algún personal de apoyo durante las épocas de mayor afluencia de turistas.

Aunque históricamente fue propiedad de otros monasterios más poderosos (el de San Salvador de Celanova fue el que más tiempo mantuvo el control sobre él), la Desamortización acabó con ese dominio. Está enclavado en el concello de Esgos, que lo considera uno de sus activos turísticos de primera magnitud. El alcalde, Mario Rodríguez, confirma que se trata de la joya de la corona en cuanto al interés que suscita para los foráneos.

El alcalde, Mario Rodríguez, lo tiene claro: 'É o verdadeiro motor da economía do concello, ademáis de constituir un emblema e a nosa imaxe'. De hecho, las comunicaciones oficiales del concello van presididas por el campanario del monasterio. El regidor tiene clarísima la influencia que ejercen 'os visitantes que chegan a Rocas, pois están entre 40.000 é 50.000 cada ano, xa que unha parte comen e consumen nos establecementos do contorno'.

Amelia y Héctor son riojanos y están de viaje por Galicia celebrando sus bodas de plata. Llegaron a Rocas 'porque fuimos recogiendo información en internet sobre cada provincia y este monumento nos pareció interesante'. No les ha defraudado, pues 'es precioso y además está situado en un punto estratégico', dice Amelia, a lo que Héctor apuntalaba con ironía: 'no sabían nada los monjes, cuando escogían los sitios'.

Yasmina y Anabel son asturianas. El año pasado estuvieron entraron en la provincia por Valdeorras y recorrieron el Macizo Central, que les pareció espectacular. Comiendo en Trives les recomendaron San Pedro de Rocas, pero ya no les quedaba tiempo y, además, estaba fuera de la ruta que tenían establecida de antemano. Pero se prometieron que volverían y cumplieron la palabra, aunque vienen con objetivos más amplios. Pero tampoco salieron defraudadas a juzgar por sus comentarios de admiración. Les gusta todo y valoran el verdor del entorno, aunque en eso quien el mayor mérito ha de ser para las lluvias invernales.

Te puede interesar