Un pleno solemne hasta el desmayo

Baltar Blanco posa con su grupo provincial en las escaleras del Pazo provincial, tras la investidura y la reunión posterior que mantuvieron (Foto: JOSÉ PAZ)
Lleno hasta la bandera, tanto que el parlamentario y médico Miguel Santalices tuvo que emplearse a fondo, como facultativo, para atender a cuatro mareados, uno de ellos una embarazada, a los que la excesiva aglomeración de público asistente a la investidura de Manuel Baltar Blanco hicieron perder el resuello, hasta llegar casi al desmayo
Hacía años que no recordaba tal actividad sanitaria, recordaba después jocosamente, mientras esperaba que avanzase la fila para felicitar al nuevo presidente de la Diputación.

Porque, en efecto, la ausencia de un tope que imitase el aforo de asistentes y la presencia de numerosos militantes y cargos del PP -más de 200 personas, según los cálculos del personal de la Diputación- abarrotaron el salón de sesiones del Pazo provincial, sin más asientos libres, cuando todavía faltaba media hora para el inicio de la sesión, que los reservados a cargos institucionales, entre ellos la presidenta del Parlamento, Pilar Rojo; los conselleiros de Presidencia, Educación y Cultura, y Medio Ambiente; los presidentes de las diputaciones de Pontevedra y de A Coruña; el delegado del Gobierno en Galiciay el subdelegado de Ourense; los presidentes de la CEO y la Cámara de Comercio; el secretario de UGT en Ourense; el responsable de la Audiencia; el presidente de la Fegamp y alcalde de Ferrol; y así hasta un largo etcétera de autoridades y responsables de cargos económicos, sociales y culturales.

El veterano expresidente, José Luis Baltar, llegó al salón de plenos con antelación y fue recibido con calurosos aplausos. Allí, desde la primera fila del público, junto a su familia de Esgos, observaba emocionado como su hijo accedía, con la abrumadora mayoría de 14 diputados, al puesto que él ocupó durante 22 intensos años.
Manuel Baltar Blanco, con traje y corbata azules y escudo de la provincia en el ojal de la solapa, entró por la misma puerta, para sentarse brevemente junto a la familia y, mirando hacia el público, comprobar, exultante, el respaldo recibido. Después juraría su cargo ante un ejemplar antiguo de la Constitución, primero como diputado raso, y ya finalmente como presidente, tras una votación secreta en urna, aunque los votos estaban garantizados de antemano.

Los siete diputados presentes del PSdeG -faltaba Mónica Vázquez- y los dos del BNG votaron a sus propios portavoces. Y tras el discurso, la 'hecatombe', una marea de militantes pugnando por felicitar al nuevo presidente, que no abandonó el salón hasta que se fueron todos.
Aún llegaría después una reunión de trámite con su grupo provincial, que deberá remodelar para adaptarlo a sus objetivos -la portavocía es uno de los posibles cambios- y solventar formalidades -habr´que cesar a Rosendo Fernádez como presidente en funciones y volverlo a nombrar vicepresidente-, el obligado posado para los fotógrafos en el decimonónico despacho que fue de su padre, con una mesa llena de papeles y una fotografía de su hija mayor cuando era una niña, que olvidó el abuelo cuando se marchó definitivamente; y un breve recorrido por las oficinas del Pazo provincial, para saludar a los funcionarios, acompañado por el jefe de Personal, José Luis Suárez.

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