Miles de devotos acompañaron, un año más, a la Virgen de Fátima en su recorrido hacia la Catedral. La procesión de las antorchas demostró que sigue siendo el gran evento religioso de la ciudad.
La cita religiosa por antonomasia de la ciudad no entiende de tiempo caluroso, ni de partidos de Copa de Europa. Nada impidió que la Virgen de Fátima recorriese las calles de la ciudad envuelta en luz, en una procesión de las antorchas que volvió a congregar a miles de devotos en el trayecto entre la parroquia y la Catedral. Tradición y devoción se aunaron para mostrar una de las imágenes más reconocibles de la primavera ourensana. La expectación se percibió desde horas antes de la salida de la imagen de la Santa. Envuelto en una lluvia de pétalos en su inicio, el recorrido partió de O Couto, a las puertas de la iglesia que es epicentro de esta Novena, a las 22,45 horas, y tras recorrer las calles de Ervedelo, Progreso, Cruz Roja, Lamas Carvajal, Santa Eufemia y Juan de Austria, entró en la Catedral pasada la medianoche, donde el obispo, Leonardo Lemos, presidió la celebración eucarística.
Las oraciones en la pausada marcha hacia la Nao ourensana tampoco faltaron. Nuevamente, la radio volvió a ser un elemento clave en su desarrollo, ya que a través de las ondas, los devotos pudieron seguir el ritmo de las oraciones y canciones, envolviendo a la Virgen en una marea humana de luz y música. La vela y el transistor se han convertido en una mezcla tan insólita como efectiva en el éxito de esta marcha procesional.
Terminada la liturgia, la Virgen de Fátima emprendió de nuevo su lento regreso a su santuario. Aunque las altas horas motivaron la marcha de numerosos fieles en busca de su descanso, muchos fueron los que quisieron realizar el recorrido de vuelta al barrio de O Couto, corazón de la Novena. Un año más, Fátima puede decir bien alto que la fe ourensana se mantiene firme.
