La “reina del descuido” de Ourense renuncia a su trono

El buen aspecto físico de Sonia G.F. no pasó desapercibido en la sala de vistas del juzgado cuando acudió para responder de los 20 hurtos cometidos a lo largo de 2016 y 2017. La Policía Nacional le imputaba 40 pero la mitad se perdió por el camino: la fiscalía no halló pruebas para mantener la acusación con respecto a 17 de ellos. Acompañada de su madre, no parecía la misma que en marzo de 2017 ingresó en prisión tras una oleada sin freno. En ese momento, las fuerzas de seguridad ya la habían apodado como “la reina de hurto al descuido” y se convirtió en la ladrona más famosa de la ciudad, con un técnica que fue perdiendo efectividad por la desesperación en conseguir dinero para la droga. Hubo un momento, aseguran fuentes policiales, que “ya actuaban de forma descontrolada sin miedo a ser reconocida, llegando incluso a forcejear con las víctimas, una vez descubierta, para apoderarse de sus pertenencias y marcharse”. Esta vecina de la ciudad de 45 años, oriunda de Suiza, acumuló hasta entonces 14 causas penales que le reportaron por seprado algo más de cinco años de cárcel (fueron refundidas posteriormente). Estuvo encarcelada entre 2017 y 2021, con periodos en los que disfrutó del tercer grado con pulsera telemática, con algún que otro incidente por incumplimientos. En noviembre del pasado año salió de la cárcel y desde entonces no ha vuelto a dar que hablar. Por esta razón, y con la aplicación de una atenuante de drogadicción -delinquir por su adicción a las sustancias estupefacientes-, la fiscalía dejó en doce meses la pena de prisión por los 20 hurtos perpetrados entre septiembre de 2016 y 2017, antes de que el 10 de marzo de ese año ingresase en la cárcel. Tiene cuatro hurtos el 20 de diciembre de 2017, aprovechando una salida del centro penitenciario de Pereiro de Aguiar. En esta última causa, abundan sustracciones de bolsos, sobre todo en bares, restaurantes o pubs, y también ropa o útiles de peluquería. La acusada, en aquella época, se atrevía con todo. Llegó a pedir cita en una clínica dental de A Ponte para acceder a los vestuarios y apoderarse así de un teléfono móvil. En otra ocasión, entró al pabellón del colegio Carmelitas para apoderarse de otro teléfono que la propietaria había dejado encima de un banco. Según la policía, tenía un estilo propio: entraba a locales de hostelería y reparaba en objetos de valor mientras sus dueños salían a fumar a la calle, se levantaban para ir al cuarto de baño o a pagar la cuenta. En el último juicio, la reina del hurto había pasado a la historia. De ello dependerá que se le conceda la suspensión de este nuevo año de prisión que le ha sido endosado.