De religiones y otras más humanas

El homo religiosus quiere trascender más allá de su vida o de su tránsito por ésta. Ha sido así desde que mullier et homo toman conciencia de sí mismos en la Tierra. Las religiones que se han incubado en la India o en China de las que tanto han tomado prestado la cristiana, la judaica o la islámica, solo que éstas monoteístas y aquellas politeístas o de varios dioses; algunas sin dioses ni sacerdotes que hagan de intermediarios en las que lo que importa es el ser humano, la comunidad en la que vive, la solidaridad por medio de la paz que trasmiten mediante las técnicas de meditación. Unas conocen fundadores como el budismo de Buda Gautama, el judaísmo de sus profetas: Moisés... o el islamismo de Mahoma, que adoran a un solo dios. Las más en consonancia con el ser humano a pesar de sus reencarnaciones parecen ser el budismo; el hinduismo, jainismo y sijismo pertenecen a ese mundo oriental del que parecen surgidas todas las religiones de arraigo, como éstas que no son tales, casos del confucionismo o taoísmo. De quedarse, uno lo haría, más que con las monoteístas de un solo dios o politeístas de varios dioses, con las de ningún dios sino de la esencia del ser humano; el supremo hacedor o el deus ex machina no se concibe en la razón por más que toda esa parafernalia de ritos, sacerdotes, oropeles, sumos pontífices y toda esa retahíla, que ha sometido el pensamiento y la vida desde los albores de la Humanidad. La religión, paralela al poder como forma de dominación de una casta sacerdotal y los que en ella se apoyaron, ha presidido a las sociedades humanas. Sin embargo, se ha de convenir que a cada ser humano le vale, para la trascendencia en la que creen, apoyarse en esa que creen tabla de salvación para la que dicen otra vida de la que nunca hay ni habrá evidencias, pero la fe tiene eso de creer lo que no vimos ni constatamos, por más que insignes filósofos quieran convencernos de lo contrario y no evidente. En fin, que es un mar proceloso éste de la fe en la que no debe removerse al creyente porque con ella viaja en paz al más allá o eso cree, a pesar de las muchas dudas que les asaltan aferrándose a lo que acá tienen… por si no hubiere otra vida. Hay que recordar que invocando el nombre de una religión, de un dios se han cometido las mayores atrocidades en la historia universal, y no hace falta rememorar ninguna de ellas porque lo son casi todas. “No hay pueblo por bárbaro que sea que no crea que hay dios aun cuando ignore su naturaleza”. Este era un axioma de varios filósofos, entre los cuales Cicerón, aunque inmerso en una religión romana de muchos dioses al modo griego donde Minerva o Palas Atenea, la “fundadora” de Atenas, representaba la inteligencia; Marte o Ares, a la guerra; Venus o Afrodita, a la belleza; Eros o Cupido, al amor; Poseidón o Neptuno, al dios de los océanos; Mercurio o Hermes, al mensajero de los dioses; Diana o Artemisa, a la diosa cazadora; Plutón o Hades, al dios de los infiernos; Júpiter o Zeus, al supremo dios, y así un sinfín en el panteón greco-romano. Cuando se adoraba a tantos dioses y se le atribuían cualidades humanas o se cantaba en prosa o verso a esos héroes o semidioses como Prometeo, Hércules… raro era que se enzarzaran en guerras religiosas que ya empezaron a gran escala con las Cruzadas y las que trabaron contra la Reforma luterana los tercios españoles por toda Europa o los conquistadores imponiendo la religión a los conquistados amerindios por la fuerza de las armas, como tantos que llevaron la cruz, los estandartes y la espada como inseparables. No se conoce una guerra en el pueblo más civilizado de la antigüedad, el griego, que se haya emprendido por religiosos motivos, ni Roma jamás emprendería guerras de expansión por ese motivo sino para extender las fronteras de la romanización o por mero imperialismo. Bella matribus detestata, decían los latinos, sus insignes escritores llamándolas guerras odiadas por las madres porque les arrebataban a sus hijos. La milicia en Roma era obligada en el cursus honorum para labrarse una carrera política y por dos decenios previos de servicio en las legiones, y que cuando te licenciabas ya tenías más de 40 años lo que te avalaba para emprender tu carrera por las distintas magistraturas de la república romana; en el Imperio fue otra cosa cuando se profesionalizó el Ejército y ya los cargos dependían más del Emperador o sus delegados y no de la elección. De las religiones que nacen en oriente, sea en el creciente fértil, la India o la China, muchas no deben ser catalogadas de tales sino de formas de vivir para alcanzar la paz y armonía humanas, entre las que el Budismo donde no existe ser supremo sino iluminación espiritual, con esas cuatro nobles verdades. La más antigua, el Hinduismo, al que así llamamos en Occidente cuando para ellos es Sanatarnadahrma como una forma de vivir en paz con uno mismo, con karma, reencarnación y liberación y un panteón de un sinfín de dioses y santones por doquiera. El budismo, surgido en la India quinientos años antes del Cristianismo, y el que decimos hinduismo mucho anterior, como se dijo, porque ya Buda conocía el sistema de castas y los procesos de esta religión de la que el yoga es una de sus ramas. El Sijismo es la más reciente o nueva de las religiones de solo hace 500 años, con un único dios y 10 gurús o guías espirituales. En China ha nacido el Confucionismo, creando escuela los discípulos de Confucio: forma de vida basada en la armonía familiar y social, la piedad, la bondad, la humanidad, el respeto y sacralidad del pasado… El Taoísmo, de Lao Tsé, con el orden de la Naturaleza que rige el Universo, el yang y el ying, o sea el bien y el mal en constante pugna y el Tao que las contiene a todas; sus bases son la meditación, la piedad, la bondad, la honestidad. De entre las, sí religiones de ayer mismo, como el Judaísmo, el Cristianismo, y en el siglo VII, el Islamismo, que han tomado prestados gran parte de los preceptos de las religiones más hacia Oriente como las antes citadas. Lo malo de las religiones monoteístas son sus dogmas, que por su intolerancia establecen un yo y los otros. El homo religiosus se retroalimenta por el boato, la clase sacerdotal, el proselitismo, la tradición… al revés del budismo que como “religión” del ser humano solo busca la felicidad y el desapego de los bienes que solo generan frustraciones casi en el mismo momento de su adquisición y descartan el sometimiento a cualquier ser supremo. El Ser y Tener que tan bien expuso Eric From en un libro a modo de ensayo, ilustra claramente a la sociedad hedonista contemporánea a la que más interesa el hombre triunfador, la ganancia, la posesión de bienes, que el cultivo de sí mismo; un bien que aunque atravieses el estadio aun de la mayor indigencia, permanece sin estar sujeto a ningún vaivén o infortunio. Es lo que se dice el cultivo de uno mismo, sea con el estudio, el saber, la meditación, la solidaridad, el altruismo…