Los Suaves pasan página y tres décadas después tiran de su propia historia, el próximo 29 de junio, dentro del Derrame Rock 18, 'Los Suaves somos todos' reunirá a todos -o casi- los que les han dado cuerpo y brillo

Los Suaves, la legendaria banda ourensana con más vidas que un gato

Los Suaves y su público en Expourense, durante la grabación del DVD '29 años, 9 meses y un día'(2010).  (Foto: XESÚS FARIÑAS/JOSÉ PAZ)
Son la viva historia de la ciudad, una de las bandas con más predicamento, aun después de sus treinta años.
Años de reconocimientos, éxitos, pasiones encendidas, a la par de envidias manifiestas. Los Suaves, la banda de los grandes momentos y mejores directos; la que vivió tiempos duros y de gloria, llenando pabellones; de tiempos malos, y malísimos, 'con conciertos como el acústico de Madrid -apunta Charly- en el que sentí vergüenza ajena, donde deseé que ocurriera algo malo para que rematara la pesadilla', tiempos fastidiados donde se vieron transitar por los infiernos arriesgando el capital, el importante, el de la legión de seguidores que saben, desde la primera a la última las canciones -'si en un momento dado Yosi no puede cantar, son ellos los que se saben todo el repertorio, canciones de las que no se repite un estribillo'-, fieles devotos que les siguen y les persiguen más allá de lo razonable.


LOS RAMONES Y SUERTE

Los Suaves, la banda de la voz de un líder carismático que cuenta historias creíbles por encima de unas guitarras al límite -'siempre nos gustó que sonaran arriba, sobre todo la guitarra rítmica que en los ochenta se había perdido, mero acompañamiento. No, no, el rocanrol son guitarras rítmicas, tres acordes, a toda hostia y tarareando'-; la banda que se apuntó a la épica del momento teloneando a los admirados Ramones, 1981, y salió indemne -'muchos fueron teloneros de grupos importantes y no les pasó nada, nosotros fuimos con treinta minutos y ahí está la génesis de Los Suaves, porque no nos conocía nadie y con ese nombre era para no conocernos. Nos dijeron '¡treinta minutos!', unos con los ojos cerrados, otros nerviosos, pero la gente empezó a gritar con nosotros, y los críticos, que entonces salían a ver conciertos, se quedaron alucinados por el grupo y la reacción del público, nos felicitó el bajista, Dee Dee, dijo que habíamos sido el mejor grupo de la gira europea, los críticos, que iban a ver a Los Suaves, hablaron de nosotros y después vino todo ese crecimiento'-.


FERVOR INCONDICIONAL

La banda que se quiso autodestruir, vivir al límite, aniquilando la paciencia del público, no la de sus incondicionales, incansables abonados a la fila cero, no creo que en la historia del rocanrol haya bandas que cuenten con seguidores que se hayan anotado más de cien conciertos por barba, y no solo eso, que 'indaguen a qué hoteles vamos para pedir cerca habitaciones, resulta increíble', comenta Charly, qué es lo que tiene el grupo para que muchos de los que han asistido a un concierto se apunten al siguiente; para que tuneen su vida con el gato de Jota Díaz -dibujado por encargo de Los Suaves- cerca de sus corazones. La banda de las grandes letras, de las letras mayúsculas, las que llegan, se cantan y corean como si la vida fuera un karaoke eterno, a ver qué otro grupo de rock despliega mejores líneas de poesía atormentada, 'Esta vida me va a matar', 'Peligrosa María', 'No puedo dejar el rock', 'Adiós, adiós', 'Dios es suave', 'Maldita sea mi suerte', 'Dolores se llamaba Lola', canciones que son fragmentos de vida revivida cada vez que la aguja surca de nuevo el horizonte de los viejos vinilos, cada vez que la sonoridad rasgada de Yosi se mimetiza en la de su público, muchas ya, auténticos himnos, canciones tristes y melancólicas, que revisten la vida, -'hay gente que dice que las escucha cuando están deprimidas, porque es la forma de venirse arriba'-; composiciones sin lugar a dudas a la altura de las de Nacha Pop, incluso más.

La banda que emergió cuasi punki y paladeó los mejores momentos del rock, a la que las guitarras de Alberto Cereijo y Fernando Calvo le dieron una tesitura de virtuosismo metálico, manteniéndose firme y coherente con el correr de los tiempos; la que se gestó a finales de los ochenta, por los hijos de la maestra de Barbadás, Charly, Yosi, Javier Domínguez, cuando la música era una aventura acelerada y espejo de vida anglosajón ?Sex Pistols, Ramones, The Clash, AC/DC- sigan, sigan escribiendo ustedes; una aventura poco o nada académica, donde encontrar músicos, lo cuenta Charly: 'Era una tarea difícil, no los había'; la banda que sonaba al límite de lo posible como queriendo espantar el meigallo, la de las dos baterías atronadoras al unísono marcando el ritmo con Javier Domínguez y Carlos Costoya aporreando juntos -'fueron dos años, hasta 1984, en el que en los directos empleábamos las dos'-; la de los mejores embajadores de Ourense, paseando su nombre -sin vergüenza y con la cabeza alta- allá por donde fueran -'pudimos habernos instalado en Madrid en los ochenta, pero pensamos que ya estaba bien de tanto emigrar'-.

La banda de rock profeta en su tierra, con medalla de la ciudad y la calle a su nombre más visitada por todos los aficionados al rock, sean del pelaje que sean; la de los treinta años, 'Los mil conciertos', gira actual; la más querida, la odiada, la que se odiaba a sí misma, la que se rehízo desde sus últimas costuras, al límite y hasta que el cuerpo de Yosi aguante; la que sedujo a la industria discográfica con actitud, heroicidad y empeño -empezando por convencer a los suyos, empezando por Paco 'Don Disco', que puso los cuartos para la primera grabación, la de las multinacionales del disco, antes de que el mercado se desmoronara y la industria y los músicos sucumbieran a los enigmas; la banda de las noches sin luna, de los territorios oscuros, esa ausencia de luz que fomenta tanto predicamento; la banda que vio transitar a innumerables y destacados músicos de todas las escuelas y colores, con Hermes -y su particular guitarra Yamaha comprada en Japón en una gira del Circo de los Muchachos- en el recuerdo, también, Moncho Lusquiños, en las labores de técnico, quien tanto representó para los músicos ourensanos; la de los músicos que abandonaron el barco, por no poder seguir o ya no aguantar más, la vida no es un camino de rosas (la cita del Derrame Rock contará con todos ellos, los que grabaron algún disco, a los que se sumarán Carlos 'Abuña', que tocó en innumerables directos, y Dani Domínguez; Hermes Alogo, desgraciadamente ya no está y Gelo no quiere participar) -'cada uno interpretará temas de sus etapa; al final interpretaremos una todos juntos como si fuéramos un gran combo'-.

La banda que en sus buenos tiempos hacía alarde de puro divertimiento con Yosi, Charly, Costoya y Cereijo alzando al unísono sus guitarras en cursi y premeditada corografía del cachondeo; la que se rompía los cuernos y cuerdas sin parar desde aquel telúrico local de ensayo en los Muíños de Barbadás, la misma que juntaba todo su equipo en el maletero de un viejo R-5; la que se llamó Los Suaves ?en particular homenaje de bar-, cuando se podían haber llamado Los Domínguez o Los Martínez y quedarse tan anchos; la que se acordará para siempre del promotor Jordi Tardá que los unió desde lo local a la historia de Los Ramones, pero que a ellos les cambió la vida, les profesionalizó a la fuerza, les obligó a decidirse a navegar y contar una historia maravillosa, sin final feliz o con el final que en justicia corresponda, ojalá, con el pabellón tan alto como merecen.

El grupo de los inventos y las reinvenciones, ahora que el grupo dicen de verdad que existe, la banda de los treinta años, porque ya se podía celebrar todo aquello que no se pudo en los veinticinco; la banda que se inventa lo de 'Los mil conciertos', porque a Los Suaves, como a todos los músicos, la vida les exige imaginación y reinventarse.

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