Vida OurenSana

Las tres carrozas

Jóvenes lanzando papelitos de colores al aire durante una fiesta.
photo_camera Jóvenes lanzando papelitos de colores al aire durante una fiesta.

Las tres carrozas se refiere a una parábola del Buda muy aplicable a nuestro tiempo. La gente, en general, confunde el auténtico deseo de pasarlo bien, que es normal, humano y legítimo, con el impulso desenfrenado de aprovecharse de todo lo que pueda, no sea que se le pierda algo de lo que pueda disfrutar y no se dé cuenta. Como quiera que son muchas las cosas, sobre todo hoy día, que el mundo ofrece para divertirse, muchos son los que añaden a su ansiedad normal el continuo deseo de “pasarselo bien”, que obviamente nunca se podrá dar por satisfecho de esa manera, terminando así en sus postrimerías más ansiosos y empobrecidos que en sus comienzos.

La comprensión de la anterior paradoja posiblemente solo se produzca, en cada persona en su experiencia personal cuando le llegue la hora, si es que le llega. Pero también es posible que le llegue al conocer esta parábola, pues para eso la dijo el Buda:

En una gran mansión se daba una gran fiesta, en la que juntos y revueltos todo o casi todo estaba permitido. Mientras tanto se estaba produciendo en el techo un gran incendio, que en su ensimismada carrera hacia el placer o la ambición de poseer, los buscadores del mismo no se percataban de que existiese ni de las posibles consecuencias. Algunos con más autoconciencia, avisaban de ello pero nadie hacía caso. De repente, los criados avisan de que habían llegado tres carrozas extraordinarias, tanto en su lujosidad como en todas las personas y cosas que transportaban, que superaban con creces a todas las que ya estaban disfrutando. Ante esta noticia todos salieron a ver de que se trataba, y al hacerlo salvaron la vida, pues el techo del inmueble en que se encontraban comenzaba a derrumbarse, y ellos si estuvieran dentro hubieran perecido, pues en su ensimismamiento no se darían cuenta de lo que estaba pasando.

Así es la vida de la inmensa mayoría de las personas, ensimismadas en desear vivir de la mejor manera posible, a costa de lo que sea, porque así se lo indica su percepción de la realidad aparente. Pero claro, después vienen las consecuencias. El karma no perdona y cuando quieren rectificar a lo mejor ya es demasiado tarde, y su tergiversada conducta se vuelve crónica e inconsciente, y suele terminar en la enfermedad psicosomática o en algo peor.

A mi modo de ver, la enseñanza fundamental de esta parábola consiste en que no nos damos cuenta de lo que nos pasa, y por eso nos pasa lo que nos pasa, y que solo cuando vemos la oportunidad de pasarlo mejor todavía o de alcanzar mayores dones, por y para nosotros mismos, salimos fuera del cascarón de nuestro ego, para ver que se nos pierde fuera. Por lo menos así podemos ver el fuego que hay en nuestras cabezas, y tratar de apagarlo antes de que sea demasiado tarde.

Desde que hace unos cuantos años apareció en Occidente mucha divulgación, sobre técnicas esotéricas orientales de todo tipo, para actualizar las capacidades latentes y acceder así a un sin fin de mejoramiento de facultades, tanto físicas como mentales, que nos van hacer más sanos, más autoconscientes, más felices y hasta más longevos. Hay gente de todo tipo, que como los citados anteriormente, caen seducidos por los poderes mayores que pueden adquirir con dichas técnicas y, por un momento al menos, descubren que puede haber una dimensión de la vida mucho más auténtica y verdadera y que, efectivamente, puede darles más paz y felicidad que los pobres sucedáneos que conocían. Ahora bien, para lograr todo eso, primero tienen que comprender que no se trata tan solo de seguir unas técnicas, por y para su propio ego, que aún así pueden beneficiar algo su cuerpo-mente, si no que se trata de un largo viaje para toda la vida-muerte, y para el cual hay que ir mas allá del razonamiento y de la técnica, renunciando a todo lo que queríamos conseguir con el ego, y a nuestra propia personalidad. Se trata del Camino Universal del Espíritu, del profundo silencio de la entrega incondicional, sin miedo ni esperanza alguna, y eso es, para la percepción normal aparente de la realidad, todo lo contrario de lo que se estaba buscando, de modo que no caigamos en el autoengaño.

Te puede interesar