Botánica

El tejo, un árbol de leyenda

Ejemplar de tejo solitario en el Principado de Asturias.
photo_camera Ejemplar de tejo solitario en el Principado de Asturias.

Era un árbolsagrado para los celtas, cuyos druidas lo utilizaban para adivinar el futuro

El tejo común o tejo negro, denominado científicamente con el nombre de Taxus baccata y con el de teixo, teixeira, teixeiro o teixoeira en Galicia, pertenece a la familia de la Taxáceas. Su nombre posiblemente deriva del griego toxon, que significa “arco o flecha”, o de toxikon, que significa “veneno”, por su toxicidad. El epíteto proviene del latín bacca, por tener órganos similares a una baya. Es una conífera siempre verde, originaria de Europa, que crece lentamente en lugares sombreados y húmedos. Forma parte de los árboles más viejos del planeta, ya que puede vivir hasta 1.500 años e incluso más, motivo por el que se le ha considerado como símbolo de la vida eterna. Es también conocido como el “árbol de la muerte”, ya que todas las partes de la planta, a excepción de la roja cubierta carnosa que recubre la semilla, llamada “arilo”, son venenosas a causa de la presencia de alcaloides nocivos. Pero también se le conoce como “árbol de la vida” por sus propiedades médicas. De hecho, uno de esos alcaloides, que se extrae de su corteza, el taxol, es usado como anti-tumoral. Tiene un tronco grueso de color marrón-rojizo. Su corteza, inicialmente lisa, se desprende en placas con el paso de los años. Las ramas crecen desde la misma base del árbol. Las hojas, agrupadas en espiral alrededor de las ramas, son lanceoladas, puntiagudas y de color verde oscuro en la parte superior y más claras, con dos bandas, en la inferior. Es una planta dioica, es decir, con flores masculinas y femeninas en distintos pies de planta. Florece a finales del invierno o principios de la primavera. Los “arilos”, similares a bayas, maduran en otoño, y son pasto de las aves, las cuales contribuyen a la expansión de la especie dispersando las semillas en sus excrementos.

Su madera, de gran elasticidad y resistencia a las plagas, se utilizó en la Edad Media, para hacer arcos y ballestas, así como flechas, por su capacidad para atravesar armaduras metálicas. También fue usada en ebanistería, carpintería y escultura, para la construcción de embarcaciones, casas, mobiliario, vallas, utensilios de cocina, telares, instrumentos musicales, estatuas, bastones y aperos de labranza. También para hacer carbón y queseras donde madurar el queso.

El tejo siempre ha estado rodeado de leyendas. Era un árbol sagrado para los celtas, cuyos druidas lo utilizaban para adivinar el futuro. Asimismo, ciertos ejemplares eran lugar de reuniones tribales. Teofrasto (siglo IV- III a.C.) habló ya del tejo y de su veneno. También lo hicieron Galeno, Estrabón, Dioscórides e incluso Julio César. En la cultura cristiana, a causa de su longevidad, el tejo pasó de ser un símbolo de muerte a serlo de resurrección y vida eterna. Por ello, frecuentemente se plantaba en los cementerios. En algunas zonas era costumbre llevar ramos de tejo a la Iglesia para ser bendecidos, el Domingo de Ramos. También se usaba como adorno de Navidad. Ha sido nombrado frecuentemente en la literatura clásica y formó parte de adivinanzas y dichos populares. Una de las varias versiones del origen de la expresión “tirar los tejos” dice que, en las tradicionales romerías, las mozas, al salir de la iglesia, tiraban a los hombres que les gustaban ramitas de tejo, para hacerles entender su interés por ellos.

Lamentablemente, del tejo, que un día estuvo extendido por toda Galicia, casi no quedan ejemplares. Afortunadamente, en Casaio, en el municipio ourensano de Carballeda de Valdeorras, Pena Trevinca, en los confines con Castilla y León, existe todavía un “teixedal” que constituye una de las pocas reservas importantes de tejo existentes en el planeta. Una de las causas de la regresión del tejo ha sido la deforestación, principalmente por su tala indiscriminada para el aprovechamiento de la madera y por los incendios.

La especie está protegida, prácticamente, en toda Europa, y en algunos países los tejos son considerados monumentos integrantes de su patrimonio cultural e inmaterial.

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