Las eco-aldeas son asentamientos que se integran en el entorno reutilizando poblaciones en ruinas

Okupas, estudiantes o empresarios hacen revivir los pueblos abandonados de España

 La ourensana aldea de Couso, en Sarreaus, ha sido restaurada para dedicarla al turismo por parte de un empresario riojano José María Galán. (Foto: EFE)
Existen más de 2.800 pueblos abandonados a lo largo de la geografía española, pero podrían ser muchos más si no fuera por el esfuerzo de un buen número de personas, asociaciones y organizaciones que, desde los años 70, se dedican a restaurar y recu perar algunas de estas ‘aldeas fantasma’. Aunque Aragón, Navarra o Cataluña llevan mucha ventaja, en Galicia también comienzan a recuperarse pueblos hasta ahora abandonados, es el caso de Couso, en el concello ourensano de Sarreaus.
El campo vuelve a ‘estar de moda’. Aunque hace medio siglo que muchas localidades de toda España han ido desapareciendo del mapa, en los últimos años, muchos estudiantes pasan los meses estivales trabajando en contacto con la naturaleza y ayudando a devolver a la vida pueblos como Umbralejo (en la provincia de Guadalajara), Granadilla (en la provincia de Cáceres), Búbal y Griébal (ambas localidades en Huesca).

No son los únicos que se dedican a devolver a la vida a poblaciones donde hace años que no se oyen las risas de un niño. Existe un nuevo concepto empresarial, las eco-aldeas, que son asentamientos que pretenden integrarse respetuosamente con el entorno natural y que en muchas ocasiones -aunque no siemprese erigen sobre pueblos abandonados, reutilizando sus ruinas.

Lakabe (Navarra), cuya casa comunal fue destruida por un incendio en mayo de este año, fue la primera eco-aldea de España, y probablemente uno de los primeros casos de población abandonada y posteriormente recuperada, ya que nació en 1980 como pueblo ‘okupado’, aunque sus nuevos habitantes ya cuentan con un permiso para habitar en él.

Lo mismo ocurrió en las aldeas oscenses de Artosilla, Ibort y Aineto, que ya suman más de 100 habitantes en conjunto, y cuyos terrenos le fueron cedidos a la asociación Artiborain en el año 1986, tras ‘dos o tres años’ como ‘okupas’, según Ulises, uno de los habitantes de Artosilla.

‘Okupaciones’

Para esta asociación, se trata de algo ‘cada vez más excepcional’, puesto que la cesión de terrenos para llevar a cabo iniciativas de este tipo es ahora ‘muy complicada’ y también es ‘mucho más difícil’ ‘okupar’ parcelas o construcciones abandonadas por sus dueños porque, aunque se encuentren en condiciones ruinosas, los propietarios están más atentos que en los años ochenta.

‘En los ochenta no se les daba un valor especulativo’ a estas propiedades, en palabras de Ulises, quien ha asegurado que, en el caso de Aragón, el Gobierno autonómico está ‘abierto’ a la puesta en marcha de estos proyectos, aunque ha puntualizado que existen 400 núcleos abandonados en la comunidad ‘en manos públicas y que se podrían ceder’.

Antonio Marín, de la Red Ibérica de Eco-aldeas, está de acuerdo con esta visión, ya que, en su opinión, estas iniciativas ecológicas no se desarrollan más en España por los ‘grandes problemas’ que existen para que se cedan los terrenos y porque los propietarios ‘no quieren vender’. Sin embargo, las eco-aldeas están muy extendidas en otros países europeos, como el Reino Unido o Italia, e incluso existen ‘eco-aldeas urbanas’ en ciudades norteamericanas como Nueva York o Los Angeles.

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