Los cuatro expertos que comparecieron aseguran que 'bebió mucho' el día de su accidente

Los peritos niegan la versión de la defensa de Ortega Cano

El torero Ortega Cano, ayer a su llegada a la sesión del juicio por su accidente en mayo de 2011. (Foto: RAÚL CARO)
Cuatro peritos que comparecieron ayer en el juicio contra el torero José Ortega Cano por un accidente de tráfico mortal en mayo de 2011 declararon ayer que 'bebió mucho', que la alcoholemia real que tenía era muy superior a los 1,26 gramos por los que está acusado y que no pudo producirse una contaminación de la prueba.
El juicio que celebra el juzgado penal 6 de Sevilla escuchó ayer a un perito que situó la alcoholemia real de Ortega Cano en el momento del accidente en el que falleció una persona, en 1,63 gramos de alcohol por litro de sangre, ya que el índice de 1,26 gramos por el que está imputado se obtuvo dos horas y media después, cuando ingresó en un hospital. El perito afirmó que Ortega Cano tenía una 'embriaguez completa' y presentaba una 'conciencia muy restringida' de sí mismo, no era consciente del peligro y que con esa concentración de alcohol se llega a sufrir alteraciones de la vista, de ahí que no viese el coche de frente cuando invadió el carril contrario a las 22,30 horas del 28 de mayo del 2011.


COMO OCHO O DIEZ CERVEZAS

En contra de la declaración de Ortega Cano de que solo se mojó los labios con una copa de cava, el perito ha dicho que la intoxicación que tenía el torero equivale a ocho o diez cervezas, a cuatro o seis vasos de vino y a cuatro o cinco copas de licor. Esta apreciación fue confirmada por dos técnicas del Instituto Nacional de Toxicología en Sevilla, una de ellas su directora, quienes aseguraron que cuando se tomaron las muestras de sangre el organismo estaba ya en fase de eliminación del alcohol.

Han añadido que no observaron 'ningún signo de alteración de la muestra' de sangre que analizaron, apreciación en la que coincidió el director de Hematología del hospital Virgen Macarena de Sevilla, donde quedó ingresado Ortega Cano. Este médico, Antonio Figueredo, aseguró que la sangre que se extrajo con fines terapéuticos, para las pruebas destinadas a las posteriores transfusiones, se guardó en un frigorífico al que sólo tiene acceso su personal y, en caso contrario, el laboratorio queda cerrado con llave.

El médico aseguró durante el juicio además que el tubo de ensayo con la muestra 'no se desprecintó en ningún momento' y descartó por completo una posible equivocación de paciente, puesto que no hubo reacciones adversas a la transfusión.

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