Un año más

El autor utiliza el fondo de la muerte para sacar el baúl de los afectos en la persona de su abuela, que al pagar al abonar la prima del seguro de decesos, firma un triunfo sobre el último paso de la vida.
Abuela, ha venido el señor de los muertos preguntando por ti. Que vendrá esta tarde, que estés preparada.

Mi hermano se lo dijo mientras comíamos, sin darle la menor importancia, y ella respondió con naturalidad, ay, es verdad, ya tocaba, y siguió comiendo sin más, como mi hermano, como mis padres. Sólo yo quedé petrificado por esas palabras, y cuando por fin pude moverme acaricié timidamente la mano de mi abuela, que me miró extrañada.

Volvió esa tarde, cuando jugábamos al fútbol en la calle. Era un insignificante hombrecillo vestido de gris y venía abriendo una carpeta negra con letras doradas. La Eterna, leí que ponía. Mi hermano vociferó llamando a la abuela y al poco ésta apareció presurosa en la puerta, secándose las manos en el delantal. Por qué no había huido, por qué nadie hacía nada, me preguntaba yo, asombrado y rabioso ante tanto conformismo. Ella le saludó, rebuscó entre su ropa y sacó unos billetes, y el señor de los muertos cogió el dinero, le dio un papelito y se fue.

Yo sonreí triunfante y corrí a abrazarla. Un año más, mi abuela había podido comprar una prórroga.

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