‘Caldo gallego’, viaje de Ourense a León

Seguramente lo más curioso de este libro es su título: Caldo Gallego , publicado en A Coruña en 1889, del que es autor Juan Neira, curioso personaje nacido en Vigo residente en Ourense durante gran parte de su vida y donde muere en 1909; militar de profesión, escritor, académico y fundador de dos revistas.
El libro, de 233 páginas, esta dedicado a los escritores ‘de mi querida Galicia’ y el autor lo describe como ‘una desordenada mezcla... el libro del buen gallego que prefiere la empanada de anguilas o merluza con rojo pimentón y barniz de yema de huevo a los tan justipreciadas ensaimadas mallorquinas o a los rubicundos bizcochos borrachos de Guadalajara’.

Y en verdad que el libro es un desorden. El prólogo, que firma el mismo Neira, canta las excelencias del caldo gallego, muy desprestigiado fuera de Galicia, dice, y de calidad variable según esté hecho en casa rica o pobre. Las páginas siguientes son un pupurri de leyendas, costumbres, personajes populares y romerías en las que intercala un viaje de Ourense a Leon.

Era el 25 de octubre de 18... (los puntos suspensivos los pone el autor) cuando don Juan Neira se subía al coche de caballos de nombre El Elegante, con el corazon profundamente herido. El párroco de Moreiras y una joven de la clase media, son sus acompañantes hasta Esgos donde se cambia de caballos y se suben al coche ‘gentes de dinero , o al menos que manejaban alguno, y ajeno’. Eran tres de los entonces temidos recaudadores de la contribución, que volvían a sus domicilios.

Se hizo de noche, zumbaba el viento con furia , llovía a torrentes y ni una estrella en el cielo. Castro Caldelas y Trives serán las siguientes paradas, pero don Juan no se mueve de su sitio para no enfrentarse a la noche de perros.

Llegan a Petin donde se suben dos señoritas jóvenes extremadamente rubias que hablan mucho de plantas y drogas medicinales, lo que hace deducir a don Juan que son familiares de un boticario, lo que explicaria su tema de conversación y sus conocimientos sobre la materia tan poco frecuentes en las contemporáneas del autor.

Ambas se apean en A Rua y don Juan asegura que perderlas de vista ‘no constituyó ni un disgusto ni un contratiempo’. En A Rua cambian de nuevo los caballos y el viaje continua hasta llegar a O Barco de Valdeorras.

Tres días en O Barco

En O Barco había nacido el padre del autor. Allí pasa tres días y coincide con la reapertura del Casino , cerrado durante ocho meses por desavenencias políticas. Dice don Juan que O Barco es una mezcla de la soledad del campo y del bullicio, en pequeña escala, de la ciudad. Una sociedad escogida en la que la política metió la cabeza causando disgustos y rompiendo la fraternidad de los vecinos.

Aunque ese año se habla de construir un puente que atraviese el Sil, la barca sigue siendo el medio de transporte más utilizado por los vecinos. Hacía cuatro días que don Juan había salido de Ourense y de nuevo lo embargaba la tristeza por tener que abandonar la villa de Valdeorras, el último pueblo de Galicia. Las diez leguas de distancia entre O Barco y Ponferrada en las que ‘el siglo no ha extendido aun las alas’ de la civilización, a falta de carretera y de ferrocarril, tendrá que continuar el viaje en un esparabanado rocín, en compañía de un joven de nombre Matías.

Llegan los viajeros a Puente de Domingo Flórez donde Matías no quiere parar porque opina que sus vecinos son levantiscos y pendencieros. En Castilla a don Juan todo le parece triste. Por fin llega a Ponferrada, se despide de Matías y continúa el viaje de nuevo en diligencia hasta Brañuelas donde toma el tren correo que compartirá con curas, un miembro del Tribunal Supremo y un fraile dominico hasta llegar a su destino, León.

Este capítulo del viaje lo dedica Neira a la señora doña A.M. y F., cuya identidad desconozco y de la que los únicos datos que aporta es que es su amiga reside en Orense, tiene marido e hijos y a la que el autor supone capacidad para entender el dolor del que abandona su amada ciudad como le ocurre a él, aunque no explica el porque de su marcha.

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