Concurso Jóvenes y Mayores

Concurso "Jóvenes y Mayores" | Ganadores en la categoría de Redacción de segundo ciclo de Primaria

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Una nueva vida

Primer premio: Sara Fernández Portela, 5º de Primaria (Luis Vives, Ourense)

Diego tenía 9 años cuando sus padres decidieron separarse y emprender nuevos caminos. Vivían en Madrid en una urbanización cerca de Plaza Castilla, iba a uno de los mejores colegios de la ciudad, su padre era empresario y su madre lo había dejado todo para dedicar su vida a la familia que habían formado. Se podría decir que lo tenía todo para ser feliz, pero un día su madre, después de recogerlo del colegio le explicó que él era lo más importante en su vida, que tanto ella como su padre lo querían mucho, pero no podían seguir viviendo juntos. A veces los mayores hacen cosas raras, que nosotros no llegamos a entender. “¿Qué iba a pasar ahora? ¿Iba a tener dos casas? ¿A dónde iba a ir su padre?” Lo que no sabía Diego era que el que iba a cambiar de casa y de vida era él. 

Al día siguiente, su madre le empezó a enseñar en la tablet fotos de un pueblo de Ávila llamado Muñoyerro, nunca había estado allí, era pequeño, había un río y unas pocas casas. Su madre, Silvia, le contó que había nacido allí, en una casa de piedra, rodeada de árboles, cerca del río, y a pocos metros de la plaza del pueblo. “Eso sí que era paz, te despertabas y escuchabas a los pájaros cantar, ibas a jugar a la plaza con los demás niños, fui muy feliz allí. ¿Sabes?” 

¿Qué le querría decir su madre con todo aquello? Estaba rara, triste, tenía los ojos llorosos, Diego sólo quería abrazarla y que todo eso pasase. Esa noche iban a cenar pizza, su comida favorita, se la había traído a casa uno de esos repartidores a domicilio. Silvia aprovechó, esa espera para decirle que el sábado, ya que era fin de semana y no había colegio iban a ir al Muñoyerro a visitar a su abuelo Pepe. Diego sólo había visto a su abuelo un par de veces, en Madrid. Apenas lo conocía, no le apetecía ir, además ese sábado iban a hacer una fiesta de Halloween, en casa de su amigo Carlos. Diego se encerró en su habitación lo que quedaba de tarde, viendo películas de Harry Potter en Netflix. Se quedó dormido y al día siguiente su madre lo despertó para despedirse de su padre y terminar de recoger algunas de sus cosas. En la puerta de su urbanización les esperaba un coche, lleno de maletas. “¿Tanto equipaje para ir el fin de semana a un pueblucho?” 

Llevaban media hora de viaje cuando su madre le cogió la mano y le dijo que iba a conocer hoy su nuevo hogar, iban a vivir con el abuelo Pepe, en Muñoyerro. ¿Cómo? Su madre lo había engañado, quería volver a Madrid. El resto del viaje Diego fue llorando. Después de una hora y media de camino, empezó a divisar al fondo un puente de piedra que cruzaba un río, a su derecha vio una iglesia y unas señoras mayores sentadas en un banco charlando. Todas las casas eran iguales, pequeñas, aburridas y viejas. ¿Iban a cambiar los grandes edificios de Madrid por eso? Diego no se lo podía creer. Cerró los ojos un momento y al abrirlos encontró la única casa distinta, rodeada de árboles y una fuente. Había un perro, grande, era un mastín, tenía una cabeza enorme, parecía un oso peludo y blanco. 

-Ya hemos llegado Diego, mira ahí está el abuelo Pepe esperándonos, seguro que te tiene una sorpresa- dijo Silvia. 

Diego no contestó, estaba enfadado con el mundo, no quería estar allí, ni ver a su abuelo, ni conocer su nueva casa. Por lo menos tenía su tablet y su Nintendo para poder conectarse con sus amigos. 

Bajó del coche, y su abuelo, fue junto a él a darle un abrazo: 

- ¡Diego, que grande estás, eres ya todo un hombrecito! ¿Qué tal el viaje? 

Diego no contestó, lo ignoró totalmente. Cogió su mochila y entró a la casa. Había una cocina enorme, llena de comida por todos lados, olía a tortilla recién hecha, la verdad es que después del viaje tenía mucha hambre. A la derecha había un salón con un sofá de esos antiguos con tapetes en los reposabrazos y un gatito atrigrado encima de una alfombra mugrienta. Nada que ver con su salón de diseño. 

En la comida Diego no articuló palabra y al terminar subió al cuarto que le habían asignado para poder volver a su mundo, por fin se iba a conectar con sus amigos para contarles la pesadilla que estaba viviendo, pero... 

-¡Mamá, es que aquí no hay wifi, no hay internet, qué broma es esta! - exclamó Diego, sin poder creérselo. Esto ya no podía ir a peor. 

Al rato, su abuelo, fue a buscarlo y le entregó una caja, al abrirla encontró unos prismáticos antiguos pero muy bien cuidados, habían pertenecido a su madre. De pronto, se formó una enorme sonrisa en su cara, era la primera vez que se sonreía después del divorcio. 

- Ven Diego, coge los prismáticos que voy enseñarte algo- dijo Pepe 

-Venga voy, total, estaba aburrido, vamos a ver que se hace en este pueblo- contestó Diego más animado. 

Subieron una montaña, acompañados de aquel perro que había visto, era de su abuelo y se llamaba Bimba. Siempre había querido tener un perro, pero su padre no le dejaba tener animales en casa. Ahora iba a tener uno, era increíble. Después de 15 minutos andando llegaron a una colina, se sentaron en una piedra enorme y cogieron los prismáticos. El abuelo Pepe le señaló un nido de cigüeñas, eran preciosas y le empezó a contar un montón de historias muy interesantes. También vieron ciervos y conejitos. Bimba se puso a perseguirlos, fue muy gracioso. 

Esa noche, su abuelo le preguntó cuál era su comida favorita y entre los dos hicieron masa de pizza, una salsa con tomates que habían recogido, y un jamón que su abuelo había cortado. Luego la metieron en un horno, de piedra enorme, que funcionaba con leña. Estaba riquísima, era la pizza más rica que había comido en su vida. Y todo gracias a su abuelo, al final no iba a estar tan mal eso de vivir en el pueblo. 

Antes de irse a dormir, su madre y el abuelo, empezaron a contar historias muy graciosas de cuando Silvia era pequeña, le hablaron de las fiestas del pueblo y contaron historias de miedo mejores que las de Harry Potter. Diego le explicó a su abuelo lo que era Halloween, allí no existía, era increíble. Le dijo que por la mañana le enseñaría a hacer calabazas terroríficas. Él también quería enseñarle algo de su mundo. 

Esa misma noche, pensó en su padre, quería que conociese el pueblo y al abuelo. Estaba feliz de haber vivido un día tan emocionante. 

Era domingo, iban a ir a comer al pueblo en el viejo coche de su abuelo. Diego ya estaba listo, con su mochila y sus prismáticos nuevos, fue a buscar a Pepe a su habitación y allí encima de una mesilla de noche había un marco con una foto antigua, en blanco y negro, pero parecía él, era imposible, no se acordaba haber sacado una foto así. Tenía el mismo pelo, los mismos ojos y la misma sonrisa burlona. Cogió la foto y vio que por detrás escrito a mano ponía: Pepe en Madrid, 1960. Era su abuelo, se preguntó cómo podían parecerse tanto. Entonces, escuchó la puerta, era su madre: 

-Sois iguales. ¿Verdad? Por eso te traje aquí, sabía que ibais a conectar muy bien.- dijo Silvia llorando 

-Gracias mamá, el abuelo es increíble, perdona por haber estado enfadado, no entendía lo que estaba pasando, pero ahora sé que no voy a estar mejor en ningún sitio. 

Esa misma tarde, organizaron un concurso de calabazas para conocer a los demás niños del pueblo. Y Diego y Pepe ganaron el primer premio. Habían hecho un buen trabajo, eran un equipo. Su abuelo le había enseñado de donde salían las calabazas más bonitas del mundo y él le mostró otra forma distinta de demostrar su valioso trabajo y hacerlo feliz al mismo tiempo. Había sido la mejor fiesta de su vida. Gracias al esfuerzo de Pepe, Diego había olvidado por un momento su vida en Madrid, había conocido otras costumbres y había aprendido a valorar el trabajo. Pero sobretodo había ganado en amor. 

El banco azul bajo el gran árbol

Segundo premio: Antía Garriga Fernández, 5º de Primaria (Divina Pastora Franciscanas, Ourense)

Carlota es una niña de 10 años que vive con su familia en un barrio y pasa por el parque todos los días al salir del colegio. 

En el parque hay niños jugando al balón, tirándose por el tobogán y madres charlando mientras tanto de sus cosas. Carlota todos los días se fija en un señor mayor, que está solo, sentado en un banco azul bajo un gran árbol. El señor siempre tiene una libreta y un bolígrafo en la mano, y mientras tanto observa cómo juegan los niños. Cuando Carlota llega, está allí y cuando Carlota se va del parque, sigue allí. No sabe a qué hora llega ni a qué hora se va, pero siempre está solo, sentado en el mismo banco. 

Carlota no lo conoce y nunca habla con él. Pero le dice a su madre que todos los días está el mismo señor en el parque, su madre le dice que a lo mejor no tiene familia y vive solo.. 

Un día, al señor se le escapa un papel de las manos y llega volando hasta donde están los niños jugando. Carlota lo recoge y lo guarda para tirarlo al llegar a casa. 

Pero de noche se acuerda del papel, y antes de irse a dormir lo lee. Aunque no le gusta mucho leer, la historia le parece interesante, es un cuento sobre un niño y un abuelo que viven solos en un pueblo. 

Al día siguiente, Carlota, observa que el señor vuelve a estar con su libreta, escribiendo. 

Y un nuevo papel llega a Carlota. Esa noche lo lee con su madre. Vuelve a ser una historia donde cuenta lo que hacen el abuelo y el niño en el pueblo un día normal, se levantan, van a darle de comer a los animales, desayunan, juegan tranquilamente con la pelota... 

Y así día tras día, el señor le regala un cuento a Carlota y Carlota los lee todas las noches con su madre y los va guardando. 

Carlota y sus amigas no se atreven a hablar con el señor, pero sus historias les gustan mucho. 

Un día cayó una gran tormenta, que hizo que se rompiera el gran árbol del parque y durante mucho tiempo no pudieron volver a ir a jugar al parque. Pasaron semanas y semanas hasta que pudieron volver al parque. 

Cuando Carlota y sus amigas pudieron volver, se fijaron en que el señor no estaba, se pusieron a buscarlo, pero no aparecía por ningún lado. 

Al llegar a casa Carlota se lo comentó a su madre, y su madre le dijo que a lo mejor estaba enfermo o que se había ido al pueblo del que hablaba en sus cuentos. 

Pasó mucho tiempo y no lo volvieron a ver, así que Carlota y sus amigas decidieron juntar todos los cuentos y hacer un libro con ellos, que titularon “El banco azul bajo el gran árbol”. Así, cada vez que se acordaban del señor, leían ese libro. 

A miña avoa

Tercer premio: Ivana Siota Ferreiro, 5º de Primaria (Luis Vives)

A miña avóa é a miña mellora amiga. 

Con ela xogo, cociño, facemos gimnasia, lemos, todo o fago ca miña avoa. 

Ela aprendeume a ler a cociñar e a ter educación. 

O meu avó faleceu fai vinte anos eu non o conocín aínda que non pasa un so día que non me acorde del. 

Gustaríame habelo coñecido pero non puiden pero grazas a miña avoa sei que era boa persoa e din que eu parézcome a el. 

A miña avoa lévame á parada do autobús, porque os meus pais non poden porque traballan. Faime a comida, lava a roupa, vai comprar, eu axúdolle no que podo. 

Eu estou ca miña avoa desde que nacín, vivimos os meus pais e a miña irmá e eu con ela, facemos un bo EQUIPO. 

A miña avoa é una persoa que sempre logra sacar tempo para min. Todas as noites antes de me deitar non vou para a cama sen que me de un bico se non, non dou dormido. Ela para min é todo, a pesar de que ten setenta e tres anos aínda que aparenta sesenta cinco. 

Ela repasa conmigo as tablas de multiplicar, a veces axúdoa eu sobre todo nas divisións, cando a miña nai non está intenta correxirme os deberes. 

A miña avoa xa está maior toma dez pastillas ó día, toma catro á mañá, unha a mediodía e cinco á noite, seino porque axúdolle a colocalas eu na caixiña por día, aínda ca miña nai está pendiente eu son quen lle recorda tomar as pastillas.

Ela ten diabetes, ten mala circulación, ten as pernas hinchadas e por si fora pouco ten un tornillo porque rompeu a perna. 

Ela sigue luchando, e eu bótolle unha man ou dúas. Ela e máis eu xogamos as cartas, dominó e a veces levame ó parque, o que si está claro é que no lo pasamos pipa as dúas. 

A miña avoa ensinoume que valores o que tes porque quizás algún día cando non o teñas botaralo de menos.

Por iso coido da miña avoa, fago o que sea por ela sabe que a quero un montón, aínda que ás veces me regaña sei que o fai por ben aínda que eu me rabeo.

Sei que si teño que describila en catro palabras diría: TRABALLADORA, AMABLE, CARIÑOSA, EDUCADA.

Ten un gran corazón con todo o mundo, eu tamen teño un gran corazón e gardo a maior parte para o meu avó e para a miña avoa. 

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