No es precisamente el pabellón Municipal de Riazor de los más acogedores de La Liga. Me recuerda aquellas sesiones de cine desde el “puleiro” -como así llamábamos al palco más elevado del Cine Principal-. Lo que viene a ser, parafraseando Luwint Wittgenstein, “como quien mira por una ventana cerrada y no puede entender los movimientos peculiares de un transeúnte; pues desconoce que fuera hay un vendaval y que a ese hombre a caso le cueste mantenerse en pie”.
Con esa dificultad somos capaces de entender que los jugadores en la cancha se mueven o no, las rotaciones, no tanto quienes las protagonizan, mucho menos alguna personal señalada en ataque al COB, ya de inicio. Luego daría igual, intrascendente, y que solo los árbitros, en situación de privilegio vieron. Quizá por esa frialdad, o que las hostias a 170 kilómetros no se escuchan tanto y más aún porque el Coruña está en el grupo de los “Vip”. Lo cierto es que el resultado no llegó a cabrear en exceso a los esforzados y más aún animosos ourensanos que se acercaron hasta La Coruña.
Lección de deportividad y apoyo. Hay veces que la lógica, más aún los “cuartos”, terminan por fijar los resultados deportivos. Esta una de ellas. El partido tuvo historia hasta los 70 puntos del Coruña -tercer cuarto-. Luego contar con un generador ofensivo del nivel de Barrueta fue decisivo. Sus lanzamientos de tres produce una enorme gravedad ofensiva y siempre es más que lo que puede hacer Ivica Radic por el COB, sumando de dos en dos y tras currarse, con lo que ello “quema”, el tema del rebote.
De cara no tanto, de espaldas el croata es imparable pero de poco vale dada su soledad. Al final la frustración colectiva ourensana fue ya evidente.
El conjunto ourensano volvió a mostrar su desequilibrio ofensivo e inconsistencia en el tiro exterior. Atrás se funcionó por momentos y un poco de Javi López, pero esto ante Coruña o Estudiantes, en la próxima jornada, lamentablemente, no llega para competir.
