Decía Forrest Gump que “tonto es el que hace tonterías” y fueron muchas las tonterías que hizo el COB, hasta el punto de costarle el partido. Llegar tarde al encuentro, pérdidas de balones en momentos cruciales, tiros en ventaja errados, desentenderse de los argumentos tácticos más primarios... El enigma de Turner, con máscara o sin máscara, sus males no tienen remedio o que los importantes Kacinas o Peter-McNeilly no estrenen su casillero de anotación. De todas esas tonterías (errores) sacó todo el provecho posible un Melilla sin mayores alardes. No hay mejor ejemplo de como ciertas actitudes llevan al error. Y una cosa está clara: no hay cambio sin lucha.
Lo intentaron los aficionados que se tomaron la posible remontada como algo personal, dado su grado de implicación, pero ni así. Solo Ivica Radic, al más puro estilo John Wayne (“yo no actúo, reacciono”) fue capaz de mantener el tipo. ¡Qué mérito el suyo!
Parece el COB vivir en una especie de bucle que se repite como aquella película del día de la marmota que ha ido empequeñeciendo cualidades, no digamos ánimos -Romaro Gill, el mejor ejemplo- que dejó al Pazo con una sensación de vacío e inseguridades que no es el mejor punto de partida ante lo más inmediato que depara un, ya por sí, difícil calendario. Coño, no es que se pida ganar la Liga, pero superar al Melilla entraba en lo posible.
No le queda otra al COB, más a su técnico Félix Alonso, que recuperar, excepción hecha de Radic, el nivel de competitividad de aquellas primeras jornadas. Hasta la segunda línea estaba a la altura de lo exigido, ahora ni los más titulares, excepción hecha del pívot croata. ¿Hasta cuando se espera por Turner?. El prolongar las estancias en el banco de quienes corresponde asumir la responsabilidad no parece la solución. Los mejores en cancha y exigirles como tal.
