El valor de la experiencia

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Al terminar de escribir la columna de ayer, invertí tiempo para poder entender bien las fases que componen el "Plan para la transición a una nueva normalidad". En ese periodo de reflexión de lo aprendido, me di cuenta de que en mi casa habíamos hecho algo similar y, por tanto, podíamos extrapolar nuestra experiencia, valorando la posibilidad de éxito o fracaso del plan ideado por el Gobierno. Os lo relato a continuación.


En mi familia (España) teníamos un conflicto con mi hija (la Covid 19 sin duda) y es que, desde muy bebé, cogió el gusto por lanzar todo lo que pasaba por las manos. Al principio no lo vimos como un problema (8M), pero después de romper dos móviles (primeros infectados) pensamos (Gobierno) que era el momento de buscar remedio y para ello la madre, de manera unilateral (Pedro), decidió una medida que creímos que era buena. 


Fase 0: cada vez que la niña tiraba algo al suelo, lo sacábamos a la calle y se lo dejábamos a "la nena" (cuarentena) que era un ente que se quedaba con las cosas. Todo lo que dejábamos fuera lo guardábamos después en otro sitio donde ella no pudiera verlo.


Fase 1: como vimos que iba dando resultado, fuimos capaces de diferenciar las veces que tiraba algo jugando de las que era por rabieta, y estipulamos sólo darle a "la nena" los objetos que eran lanzados tras un enfado (contagiados). 


Fase 2: emocionados por el éxito que estábamos teniendo, yo (Pablo) decidí dar un paso más y un día que se estaba portando mal la amenacé con sacarla a la calle y dejarla con "la nena". La respuesta fue satisfactoria una vez más y seguimos ampliando el recurso (test masivos) a otros comportamientos. La habitación donde guardábamos los juguetes apartados (hospitales) empezaba a masificarse.


Fase 3: comenzamos a ver algunos resultados contradictorios porque empezaba a no importarle que algunos muñecos suyos desaparecieran (insolidarios).


Fase 4: ante un comportamiento negativo, decidí volver a usar el mismo plan (test masivos) y amenacé a mi hija con sacarla a la calle y dejarla allí para que se la llevara "la nena". Cuando ella asintió a mi propuesta, la cogí de la mano y la saqué al rellano y fingí que cerraba la puerta, pero no vi respuesta. Definitivamente di un paso más y cerré la puerta con ella fuera. De pronto escuché como mi hija decía: "nena ven, nena ven".


Tomen sus conclusiones. Esperemos tener más éxito.

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