En una montaña rusa hacia la LEB Oro

Ourense. 21/05/2022. Partido de Basket de los Play Offs decascenso a Leb Oro entre el Cob y el Navarra, con celebración del equipo Ourensano que el año que viene estará en Leb Oro.
Foto: Xesús Fariñas
photo_camera Los jugadores del COB celebran el ascenso en la pista del Pazo (XESÚS FARIÑAS)
Un ascenso para escapar de una liga en la que ver un partido fuera de casa es una odisea

Calificaba al término del partido el capitán del COB, Kevin Van Wijk, la temporada de su equipo como “una montaña rusa”.

Perfecta descripción a lo visto, o sufrido desde septiembre de 2021. Siempre que la comunidad internacional no sancione al ala pivot holandés por uso de vocabulario tan ofensivo en el contexto actual.

Regresar a la categoría perdida en el primer intento no es fácil en ningún deporte o competición, pero lo sucedió en la ya felizmente terminada 2021-22 merecería un sesudo análisis de expertos en muy diversas áreas del conocimiento.

El COB comenzó con un equipo muy bien armado en la línea exterior, no tanto en la interior; más la novedad de un ambicioso grupo inversor, dispuesto a ser el mayor accionista y elevar al club a cotas casi olvidadas en la ciudad.

“El dinero no es un problema” y “vamos a ganar de 40”, fueron dos frases, quizá emitidas en un momento de euforia o con el objetivo de levantar el ánimo. Lo cierto es que pesaron como una losa durante la temporada. Muchos equipos de la humilde LEB Plata -el Navarra, el último- recordaron al COB que todos los rivales tienen su orgullo y la enorme dificultad de vencer por estas tierras.

Tal fue esa dificultad, que la dureza de la competición se cobró al primer entrenador, Armando Gómez, y obligó a un considerable refuerzo, mediante los fichajes de Aboubacar, De Assis, Djukanovic y Alberto Martín. Ni así sirvió para ganarse la primera oportunidad de ascenso -terminar el primero al final de la liga regular- y obligó a jugársela en unas series eliminatorias -inventos federativos- de exigencia ‘in crescendo’: sencilla contra el Mollet, complicada contra el Rioja y al límite contra el Navarra.

Lo cierto es que el equipo comenzó la temporada como una fábrica de 9 obreros ‘estajanovistas’, que trituró a los siete primeros rivales sin necesidad de un pívot clásico, batiendo récords de acierto en el triple en el continente. Provocando el pavor en la competición.

Todo se fue al garete en un fatídico mes de diciembre. Los triples comenzaron a fallarse, la debilidad interior se hizo palpable y el equipo, misteriosamente, dejó de defender al mismo nivel.

La crisis dentro de la cancha se prolongó a los despachos, donde cada vez se hicieron más notables las diferencias entre el presidente actual, Camilo Álvarez y el aspirante al cargo, Pedro Fernández. Una parte esperaba un dinero que no llegaba. La otra insistía en que lo aportado era suficiente. Lo mejor ayer fue ver a ambos celebrar juntos la victoria en el Pazo.

En medio de este gallinero aterrizó en Ourense Guillermo Arenas -otro que podría escribir un libro sobre sus vivencias- con el reto de poner orden, sacar el máximo rendimiento a un equipo con evidente potencial pero hundido psicológicamente, y lograr el principal objetivo. El ascenso.

El ascenso para escapar de una liga sin apenas repercusión en los medios nacionales, donde ver un partido lejos de Ourense por el canal federativo es una auténtica odisea -damos fe en las retransmisiones de ‘Telemiño’- en canchas con muchos asientos vacíos, fondos de tabique o iluminación deficiente. La LEB Plata es muy respetable pero un auténtico martirio para un club de otro hábitat.

Arenas, ovetense de trato cordial, mesura en las formas e ideas claras, fue al grano. Terminó con el reparto socialcomunista de minutos e impuso papeles de protagonistas y secundarios. Los más afectados en su ración de minutos fueron Julio De Assis y Grent Gantt. El castigo al escolta estadounidense de tiros imposibles se levantó -sorpresa- en la segunda parte del último partido, en situación desesperada para el COB. Gantt respondió con un triple.

La eliminatoria contra el Navarra ha sido épica. Con ocho puntos y un Pazo a favor, un rival mermado por las lesiones y ocho efectivos -extraordinario trabajo de Jordi Juste- el fantasma de la derrota fue una constante toda la tarde.

Hubiese sido un gran batacazo en un día de calor asfixiante en Ourense. En realidad fue la última pirueta de una temporada disparatada. El empuje de Javi Marín, el acierto en los tiros libres de Djukanovic, un triple providencial del capitán Van Wijk y la tarde mágica de Carter permitieron, por fin sin mascarilla, disfrutar a una afición muy castigada.

El pivot Darius Carter estaba hundido, sin minutos y fuera del equipo hace unos meses. Hoy es héroe. No hay mejor ejemplo que él para describir la locura vivida.

Como cantaría ‘Camarón’ en el Pazo, estamos enamorados del baloncesto, aunque a veces nos duela tanto. Hasta nunca, LEB Plata.

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