El COB puede ganar o perder en la cancha, pero tiene un tesoro en la grada. Su base de aficionados es la cima para la mayoría de equipos de la liga. Ayer, en medio de una temporada con patinazos sonoros y protagonizada por un equipo de notable por el objetivo, pero capaz de lo mejor y de lo peor, volvió a dar gusto estar en el Pazo. Por número y por implicación.
Con muy poquito que haga el equipo se enciende la chispa. Con una campaña digna se consigue que entradas que para otros clubes serían de foto para póster aquí sean una rutina. ¿Qué pasaría si hubiese un proyecto realmente ambicioso y un equipo que aspirase a lo máximo? La pregunta se responde sola.
Con lo que hay, el COB está obligado a dejárselo todo por jugar el playoff. Primero, porque nadie le va a reprochar no conseguirlo, y eso ya le quita presión. Segundo, porque sus aficionados lo merecen. Al menos tener esa ilusión hasta el final. Tercero, porque hay equipo para ello incluso cuando hay rivales más poderosos.
Las dos últimas derrotas son el camino. Ante Tizona y Lleida no se ganó, pero se compitió bien. Y cuando el COB compite, la grada responde. El próximo partido en el Pazo será ante el Estudiantes y si antes se saca algo en Castellón y Valladolid, pues más de lo mismo.
