Siguiendo con las aventuras del rodaje de Lawrence de Arabia en el sur de España, es curioso destacar que la atronadora carga árabe con 150 camellos y 450 caballos atravesando el campamento turco, atrajo a multitudes de curiosos, aldeanos y demás que recorrieron hasta 100 kilómetros a lomos de asnos, mulas, caballos, bicicletas o carros para presenciar el mayor espectáculo gratuito de sus vidas. Como había ocurrido con el rodaje en Sevilla, los gitanos de la zona, descendientes la mayoría de moros y por tanto de rasgos árabes, ejercieron de figurantes.
Anthony Quinn, que tenía un miedo desmesurado a los caballos, venció la situación y cabalgó a lo largo de media milla con la cámara encima, mientras que Peter OToole, montado a lomos de un camello, estuvo a punto de resultar gravemente herido por culpa de una pistola de perdigones disparada a centímetros de su cara y que afectó a su vista, quedando ciego momentáneamente.
Cuando el rodaje pasó a Marruecos las condiciones de rodaje empeoraron de modo que fueron a parar a un lugar espantoso, según los técnicos. El hotel estaba invadido de cucarachas y entre el equipo cundieron las enfermedades. Un dentista llegó desde Londres para tratar la dentadura de David Lean, mientras entre el resto sugieron afecciones alérgicas, de uñas, gastroenteritis, malaria, etcétera. Sólo Anthony Quinn, alojado en lujosas dependencias gubernamentales y Eddie Fowlie, que acampó en el desierto, parecían divertirse.
El rodaje de la masacre empezó con mal pie. En el primer ataque, algunos camellos se derrumbaron y murieron. Al parecer algunos marroquíes le hacían daño a los animales intencionadamente para pedir una indemnización y también un oficial marroquí se volvió loco y empezó a disparar balas de verdad en plena noche.
Los técnicos y actores estaban completamente desanimados porque aquello no acababa nunca y solamente la charla del productor Spiegel hizo que los ánimos volviesen por sus fueros. Con el tiempo, Lawrence de Arabia se convertiría en una gran superproducción.
