Opinión

Un papa poco Vaticano

No sé si se podrá decir, o si al menos se deberá afirmar que el papa Francisco -o sea, el Ciudadano Bergoglio; como con una más que evidente falta de tacto fue citado por el secretario general del nuevo engendro político que nos acosa- no sé si se podrá afirmar, les decía, que el sumo pontífice cuenta con unas acendradas dosis de diplomacia vaticana… pero qué gusto da oírle decir las cosas que dice una vez ajeno a ella.

Ignoro lo que pensará la grey católica de latitudes más bajas y menos occidentales que estas nuestras de por aquí, de por el noroeste de la ibérica península; incluso mantengo la firme sospecha de que, entre nosotros, entre esta algo extraña gente que somos los gallegos, existan grupos a los que se les haya fruncido el gesto oyéndole responder a las cuestiones que le iban siendo formuladas por el periodista Jordi Évole, en absoluto descendiente de Ana de Mendoza de la Cierva y de Silva y Álvarez de Toledo, quede claro. 

Siempre habrá personas, a un lado y otro de la fe, a las que les disgusten las palabras del Vicario de Jesús de Nazaret pues de todo hay en la viña de El Señor y por aquí, además de con ribeiro y godello, también contamos con alguna viña que da alguna purrela que otra. No nos olvidemos que es norma de la grey gallega aportar a la clerecía desde sus miembros más reaccionarios e integristas, nuestro Cardenal Quevedo vaya por caso, o el hoy casi olvidado obispo Temiño, los dos importados desde otras áreas geográficas, hasta los padres Feijoo y Sarmiento, ejemplos claros de las más ilustres y privilegiadas mentes del siglo XVIII, por lo que no es de extrañar que aquellos cuenten con herederos y estos con seguidores de aquella doctrina que practicó el P. Feijoo consistente en no declararse ni discípulos de Aristóteles ni seguidores de sus enemigos pero sí atentos a lo que la reflexión y su conciencia en cada momento les dicten. 

Así sucedió que las respuestas del papa Francisco, escasamente atentas a las pautas diplomáticas vaticanas y poco o nada relacionadas con las venecianas e incluso con las florentinas que, como es sabido, son armas intelectuales de consolidado prestigio, esa ausencia de diplomáticas respuestas, han servido para despertar la esperanza en no poca de la gente que la había perdido y para que muchos otros empiecen a considerar al completo la dificultad de predicar y dar trigo al mismo tiempo. 

Ahora que el opio del pueblo y para el pueblo se manifiesta a través de otros canales, mucho más demoledores que el señalado por Marx, a saber: el fútbol y las redes sociales, p.ej., no es malo que Francisco señale rutas a seguir y nos diga lo que piensa ajeno a conveniencias y servidumbres que han sido superadas por el tiempo.

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