Opinión

Y Dios no se inmiscuyó

Tuve un profesor de matemáticas, el coronel de artillería Ponte y Conde, que cada vez que se le atascaba una integral en el encerado -por ejemplo, integral de tangente de equis diferencial de equis, un decir- se sentaba un tanto alejado de la enorme pizarra, resoplando gracias al enfisema pulmonar que sin duda arrastraba y muy posiblemente causado por sus muchos años de fumador empedernido, y, una vez repantigado en el sillón dispuesto al efecto, miraba hacia la integral desde la distancia, fijando en ella sus ojos saltones, y volviendo a resoplar exclamaba: ¡Póñaste como te poñas, heite foder…!

Comprendo que estas expresiones son impropias del horario infantil, pero los niños de ahora no leen el periódico como hacíamos los de antes, tumbados en el suelo y antes de arrancar la página de sucesos, enrollarla y ausentarnos en el cuarto de baño para fumárnosla en forma de canuto…que eso es lo que hacía yo con las de La Región cuando vivía en Ourense. Ahora los niños fuman otras cosas, lo que leen lo leen en Internet y ya saben que lo que sale en la pantalla enrolla mucho pero no es enrollable y que, en no pocas oportunidades, resulta más bien infumable. Así que lo dejo como está y santas pascuas. Sigamos, que ahora vienen otros humos.

Cuando las instituciones zamoranas representaban nuestros intereses, ante la corte de los reyes españoles, cabe suponer que los defenderían con la vehemencia y el rigor necesarios y precisos; siempre y cuando no contrariasen los suyos, en el mejor de los casos. Como segunda oportunidad es también de suponer que, cuando los contrariasen, nos los defendiesen en absoluto o que lo hiciesen con la desgana y la justa desidia que pusiesen su inoportunidad en evidencia. Todavía es fácil imaginar una tercera actitud: la que adoptasen las directrices que le sugiriesen otras y más altas instituciones. Todas estas variaciones no eran más que consecuencia de que, nosotros, los gallegos, de un modo u otro, estábamos siendo castigados; ya saben, el haberse puesto de parte de Dona Juana de Trastámara conlleva servidumbres duraderas.

El caso es que pusiésemos como nos pusiésemos es fácil adivinar que acabaríamos como la integral que se le atascaba al coronel Ponte; Dios lo tenga en buen lugar, era buena gente y bien se lo merece.

Zamora representó, ya que no siempre, casi siempre o muy a menudo, una línea a salvar, una piedra puesta en nuestro camino, cada vez que nos quisimos poner en contacto con el mundo. No se trata de culpar de nada a los zamoranos -en general buena gente, aunque alguno atravesado habrá- sino de constatar un hecho cierto.

Les pondré un ejemplo aun a riesgo de que resulte equivocado. ¿Se acuerdan de MZOV? Fue una empresa constructora que resumía en sus siglas la línea de ferrocarril trazada desde Madrid hasta Vigo pasando por Zamora y continuando por Ourense. Madrid-Zamora-Ourense-Vigo, hasta llegar al puerto que nutría de pescados y mariscos el Mercado Central de los madriles, la mejor lonja de España, desde luego, pues tal era la calidad y la cantidad de los transportados en aquellos camiones que, después de atravesar Ourense y haber recorrido toda la calle del Progreso, lo abandonaban por Mariñamansa dejando un oloroso y para mi aromático rastro de agua de mar y saín, ya saben la grasa del pescado, que siempre me hacía caer en la nostalgia de la casa de mis padres y la ría de Pontevedra que tanto amaré hasta el día en que me muera; después quién sabe.

El caso es que aquel trazado ferroviario estaba llamado a representar una vez más los intereses de Zamora antes que los nuestros. El itinerario más lógico hubiese sido el que siguiese el actual de la autopista que lleva a Madrid pasando por Benavente, ya que no el llamado central que todavía no nos une debidamente con Madrid pasando por Monforte. Y así siempre.

Todavía hoy estamos sujetos a las mismas servidumbres cuando, tanto senador y diputado, tanto somaten cataláunico o asimilado, cuestionan la oportunidad de comunicarnos a través del AVE con la capital y por ende con otras capitales de las Españas, pretendiendo mantenernos así en esta excentricidad, extraña y deprimente; en esta incomunicación a la que la Historia, mucho más que la Geografía, nos tiene desde siempre relegados. Es una forma de reservarse para ellos los privilegios y prebendas que, de contar nosotros con una presencia más frecuente y decidida, es de suponer que viesen notablemente reducidos.

El tren Alvia circula por Galicia de forma que llegar de A Coruña a Ourense se consigue en un plis plas; casi en el mismo plisplás, en un periquete como se decía antes, que se tarda en ir desde Vigo a A Coruña, algo que tantas cosas facilita, tantas barreras abate y prejuicios erradica. Alcanza así los doscientos kilómetros por hora sin que a nadie se le mueva el flequillo tan siquiera.

Pues bien, de Compostela a Ourense el tren va como una flecha y una vez pasada la estación que nos queda (¿quién se acuerda ya de la de San Francisco?) empieza a circular despacio de forma que, de Ourense a Zamora ¿en cuántos tramos y por cuantas distancia circula a 60 km/h? ¿Y en cuantos a 50? ¿Y a 40 kms/h.? ¿Y a 30? ¿Y durante cuánto tiempo lo hace en cada uno de ellos, hasta llegar a Zamora?

De Zamora a Madrid se pone en hora y media. Pero necesita cuatro horas para llegar de Zamora a Compostela, tres y media de ellas empleadas en llegar tan solo hasta Ourense, y siete si quiere arribar a Pontevedra. Ignoro cuántas, si su destino es el Ferrol que fue de su Excelencia. Puede que sea debido a las obras del AVE, lo ignoro. Puede que la causa sea el estado de la vía, lo ignoro. El caso es que a estas alturas seguimos estando separados pero en el mal sentido de la palabra. No sé si se me entiende.

Regresan tiempos de elecciones. Volveremos a votar pues, al menos al parecer, Dios no nos echó una mano, respetó nuestro libre albedrío y, una vez más, no se inmiscuyó en los humanos asuntos dejándolos a nuestro aire. Él sabrá por qué lo hizo. Nosotros ya sabemos como nos soplan detrás de las orejas los moscones cojoneros que siempre dirigen el ataque a las conciencias. El caso es que deberemos fijarnos, y fijarnos mucho los gallegos, en quiénes son aquellos que pretenden de nosotros únicamente nuestra laboriosidad de bueyes mansos, nuestro ancestral silencio y nuestro reconocido sentidiño, también la capacidad de ahorro que sirvió para potenciar otras zonas del Estado, y, de nuevo llegado el caso, nuestro voto para llevarse esos ahorros, en un vuelo, en ese AVE que por fin nos sobrevuela y ellos quieren que siga poniendo sus huevos en otras zonas del Estado. Pensémoslo bien antes de dar el voto; al menos si es que queremos llegar a Zamora en la mitad de tiempo y no que, resoplando, se nos vaya de nuevo la integración por la tangente y que, pongámonos como nos pongamos, nos suceda como a los problemas de mi añorado coronel.

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