Opinión

CAMINANDO EL CAMINO: HACIA SANTIAGO (XI)

Cierto. Europa fue camino y lo fue, en los albores de este año jubilar, hacia Santiago de Compostela. Fue todo un camino pateado por creyentes, devotos, estudiosos del arte románico, excursionistas, historiadores de culturas, religiones y creencias. También historia el camino la variedad de representaciones iconográficas que cunden a lo largo del peregrinaje. El Apóstol se presenta en su gran variedad de efigies, en igualdad con el resto de los apóstoles, con túnica, manto y rollo pendiente de la mano. Así en el pórtico de la Gloria. En ese gran camino de figuraciones iconográficas también se personifica sentado, con un libro en la mano izquierda, bendiciendo con la derecha, en obvia imitación de las múltiples representaciones iconográficas de Jesús. Son variados los caminos de su imaginería. Otra de ellos, la del caballero y, la más destacada: espada en mano, en beligerante actitud de poder y de atacar. Está presente en un relieve del tímpano de una de las puertas del crucero de la catedral compostelana. Y se presenta como cruzado a la par con san Jorge, el otro miles Christi, procedente éste de la iglesia Oriental, en una temprana representación en el pórtico de la espectacular Real Colegiata de San Isidoro, en León. Interesantes son los caminos de la iconografía del santo compostelano tan bien investigados por el malogrado estudioso de su arte, Serafín Moralejo. El más representativo y divulgado: el Santiago Matamoros que mitifica la tan divulgada batalla de Clavijo. La presencia milagrosa del Apóstol, cabalgando espada en mano sobre un caballo blanco, cuenta el rey Ramiro I, logró infligir una aplastante victoria a los musulmanes, en un momento en que las mesnadas del rey asturiano se encontraban en una situación desesperada frente a un ejército de aguerridos musulmanes. Y con la victoria se liberó del tributo fijado: donar cien doncellas a los harenes del emir de Córdoba. La sobrenatural ayuda del Apóstol se mitifica como historia, o mejor como leyenda hagiográfica. Dio origen a la proclamación de Santiago como patrón de España, una de sus más señeras iconografías. Así lo confirma Luis VII de Francia tras su visita como peregrino a Compostela, en 1154, al referirse a Santiago como 'patronum nostrum'.


La imaginada aparición del apóstol compostelano cundió en otras batallas (Navas de Tolosa, Salado) con aplastante éxito. De ahí que en la configuración iconográfica vaya de la mano la figura de caballero militante con la del humilde peregrino, sonriente, de beatíficas facciones, vistiendo sombrero y portando bastón y calabaza. A veces descalzo, otras vistiendo zapatos, se muestra cansado, somnoliento, de acuerdo con el realismo presente en el período de las primeras centurias de la época Medieval. Efigies, arcones, relieves, orfebrería, pinturas (Rembrandt, Ribalta, Rizi, Carreño) trazan con variada maestría, en palabas de Moralejo, los vastos caminos de su imaginería.


El Santiago con hábito de peregrino también se presenta montando a caballo, como evangelizador sedente (así en el pórtico de la Gloria). Pero es a partir del siglo XVI, en los albores del Renacimiento, cuando se radicaliza la figura en el gran perseguidor de moros, infieles, indios y hasta antipatriotas. Sus invocaciones son representativas: Santiago Matamoros, Mataindios y hasta Matapatriotas, asociado éste con la aún lejana independencia del Perú, ya entrados en el siglo XVIII. Tal proyecto de traslación o traducción, de una creencia tenida como verdad, y fijada en una rica variedad de iconografías, caminos y monumentos, es una arraigada forma de asentar en la psique plural de una cultura la perpetua testificación de un complejo texto narrado en variadas formas. Y éste se perpetúa a lo largo de los tiempos como un hecho venerado y creído, no de lo que fue, sino de lo que pudo haber sido: la presencia de un Apóstol que incita en su peregrinaje a contemplar la beatífica esperanza de un glorioso más allá. El camino hacia Santiago de Compostela es también una rica y variada síntesis o mixtura de textos literarios en variadas versiones, de iconografías, monumentos, caminos, pórticos, relieves, pinturas, y de un avalado sincretismo de multiplicas formas culturales, que fueron hilvanando cerrados espacios monacales (acogida y rezo) con abiertos senderos y caminos. Marcaron una ruta en perpetuidad: Santiago de Compostela. Todo tan bien trazado por el gran antropólogo y estudioso de las religiones, el rumano Mircea Eliade, en su ponderable estudio Lo sagrado y lo profano. La historia de las religiones, de las más primitivas a las más elaboradas, afirma el aclamado profesor de la Universidad de Chicago, está constituida por una acumulación de hierofanías, es decir, de manifestaciones de las realidades sacras. De ahí que el camino hacia Santiago de Compostela sea sobre todo una excelsa y relevante hierofanía. Convierte un caminar en otra cosa sin dejar de ser la misma.


(Parada de Sil)

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