Opinión

El sofoco mediático

Nada, no se habla de eso”. Es la respuesta unánime de una decena de personas de diferentes edades sobre lo que saben del meteorismo. El estigma social y el desconocimiento mantienen el secretismo en torno a la hinchazón y lo que viene después. “Hay vergüenza, nos preocupa ser confundidas con el globo de Betanzos”. Normalizar todo el proceso es clave, pero flato favor hace el silencio social. Hay mujeres que ni se lo cuentan a su pareja: una youtuber brasileña confesó que haber reprimido los gases delante de su novio la llevó al hospital. El rol del machismo es fundamental.

El párrafo anterior es casi todo inventado. Pero si sustituyen gases por menopausia encontrarán algunos relatos similares: “el tabú de la menopausia”, “preocupa ser identificadas como viejas o incapaces”, alarman. Años convenciéndonos de que los 40 son los nuevos 30 y resulta que los 50 son el nuevo siglo XIX. Sin dudar de la honestidad de los informadores ni de la veracidad de sus fuentes, una se pregunta de qué demonios ha estado charlando entonces con su madre, sus hermanas o sus amigas en los últimos meses. Hasta entre compañeras que apenas se conocen se desvía con facilidad la conversación a los desvelos nocturnos. Tan visible es la menopausia que hay reuniones de mujeres que parecen homenajes a Locomía. Sobra agravar sus sofocos con el sofoco mediático.

Sofoco_mediático_resultado
Jorge Pereira.

El riesgo de generalizar las excepciones es que se acaba excluyendo lo normal. No llegará, ay, la fenómenopausia, porque se necesita dar esa impresión de excepcionalidad para fomentar los clics, la audiencia o el voto, y por esa tendencia a patologizar la vida, a considerar cualquier emoción o sensación incómoda como una enfermedad, a reivindicarse como víctima de la propia naturaleza. Cierto que el climaterio, que bien podría llamarse climatedio, puede acarrear latosas consecuencias para la salud, pero no es una patología. Tiene, incluso, sus ventajas: lo bueno de la menopausia es que siempre parece verano. Y, ya que se trata de un período vital, es posible hablar de él con normalidad o no hablar, pues precisamente la naturalidad nos libra de cumplir con ninguna cuota conversacional.

El periodismo imita a la política, que según el grouchomarxismo es el arte de buscar y encontrar problemas. Carece de sentido dramatizar la menopausia cuando ya Las chicas de oro se encargaron de desdramatizarla en los 80: “A ti solo te ha salido barba. Yo me levanté una mañana y parecía Arafat”, le decía Sophia a Rose. Luego vino Concha Velasco con las compresas para pérdidas de orina. Si hasta en Borgen la protagonista tiene que cambiarse la blusa varias veces al día. Falta que en esa otra ficción política, la versión de Motivos personales que dirige el presidente del Gobierno, alguien acabe por el suelo pélvico.

Que haya mujeres que desconozcan qué es la menopausia o cómo tratarla no la convierte en tabú. Un 90% de la población no sabe nada o sabe muy poco del tiroides y no es un tema proscrito. Dando pábulo a tabúes que no existen se silencian aún más los tabúes verdaderos.

Si, como bien definió Camba, una noticia es el relato de todo aquello que se sale de lo normal, la menopausia no es noticia. Salvo cuando en 2014, a sus 59 años, Ana Obregón dijo en un programa de la tele que aún no le había llegado.

Te puede interesar