Opinión

Más pa' dentro

JOSÉ PAZ
photo_camera JOSÉ PAZ

El prejuicio es lo primero que nos pierde. Ha dicho el actor Paco León que su nuevo personaje es “muy pa’ dentro, una persona casi gallega”, y se ha imaginado una dada la vuelta como un guante, hablándole a las vísceras, que es lo que habitualmente hacemos los columnistas. A León se le ha alborotado la selva, pero no demasiado, porque, como explicó Gómez Dávila, sólo un talento evidente hace que se le perdonen las ideas al reaccionario, mientras que las ideas del izquierdista hacen que se le perdone su falta de talento. De haber sido conservadora, la sangre de Paco León se habría utilizado para filloas. 

En esta dermocracia que nos hemos otorgado, que no significa “un hombre, un bótox”, sino el gobierno de las sensibilidades, lo inteligente es darse por eludido, como la vicepresidenta Yolanda Díaz ante las provocaciones de su mentor Pablo Iglesias. Ella sigue a lo suyo, recalcando que se está “dejando la piel”, de modo que pasará a la historia como la primera candidata desollada de unas elecciones. No pocas veces la ofensa es un acicate: una burla de Obama llevó a Trump a la Casa Blanca y, si un crítico no hubiera escrito que lo único que cabía esperar de mí era una erección, no estaría usted sufriendo este empalme de ideas, esta prosa viagrada. Por eso no se entiende que los políticos, en lugar de descalificarse, no se ataquen duramente con elogios, que es la forma más efectiva de paralizar al rival. ¡La loa constrictor! El mayor enemigo del hombre, después de sí mismo, es el aplauso.

Camba también creía que el prejuicio constituía para Galicia una ventaja enorme: “A la larga resultará que los pueblos han sido, en cada época, lo contrario de la fama que tenían, ya que, cuando tenían la fama, no necesitaban la cosa, y ya que es la cosa, y no la fama, lo fundamental”. Quizá de no haber tenido que sobreponerse al estereotipo de la introversión, el gallego no hubiera inventado el futbolín, los furanchos, la Estrella Galicia o la París de Noia. Y hay ideas preconcebidas que no han de tomarse como un agravio, sino como un piropo. En este tiempo de exhibicionismos, cerrarse la gabardina, ¡ser un inhibicionista!, volcarse en los adentros, es algo subversivo. ¿Acaso se lograría una perla en una ostra abierta? ¿No es lo reservado lo que más futuro tiene? ¿No se cierran como paraguas los hibiscos por la noche para preservar su belleza? ¿No es el calor introvertido de junio más agradable que el calor extravertido de agosto? ¿Acaso no se sueña mejor con los ojos cerrados? Los placeres de la vida suelen encontrarse más pa’ dentro.

Por mucho que se insista en el condicionante de la posverdad, nada limita nuestra existencia como la preverdad. Y puesto que no llegará el día del prejuicio final, conviene tomarse los estereotipos con humor, igual que Baroja cuando un profesor suyo de Guadalajara expuso la teoría de que, en tierras con mucho hierro como el País Vasco, había gente más endeble y torpe:

- ¿No ha notado usted que entre sus paisanos hay gente muy floja, con la mandíbula grande y colgante?

- No, señor.

- ¿Pero de verdad no ha notado ese aire de imbecilidad de los vascongados?

- Yo no he notado que los vascongados sean más brutos que los de Guadalajara.

Te puede interesar