Opinión

Maquinilla de afeitar de acero

Maquinilla de afeitar.
photo_camera Maquinilla de afeitar.

Envejecer es una cosa sorprendente. A uno le van saliendo otros de la cara. Primero, un chaval. Luego, un señor. Después, un viejo. Conviene llevarse bien con cada uno de ellos y hacerle sitio al siguiente. Quizá intentar que se lleven bien entre ellos si alguno no quiere largarse y deciden convivir juntos. He sabido de los relevos de uno y otro en la misma cara. Desde que apareció una barba rala, como las flores de las cumbres, hasta que la piel ha empezado a perder agua, dejando en el cuello un dolor al destensarse.

El tiempo en la cara se mide bien con una maquinilla de afeitar. Es como barrer la casa. Se conocen los ángulos propios

El tiempo en la cara se mide bien con una maquinilla de afeitar. Es como barrer la casa. Se conocen los ángulos propios. Al afeitarse a navaja se exploran los nuevos pliegues que va soltando la carne. Se certifican nuevas canas. Tengo la misma Edwin Jagger de acero que tenía mi padre.

Una maquinilla inglesa, pequeña y pesada, con un cabezal de peine cerrado que, dicen, expone con mejor ángulo la piel a la hoja. Su mango tiene un patrón decorativo geométrico para agarrarla con firmeza y un peso tan bien compensado que en la mano se siente precisa y quirúrgica. Empuñarla da poder.

Estas maquinillas clásicas en acero no apuran como esos modelos de triple y cuádruple cuchilla que vende la industria envueltas en plástico. Hay que poner atención para que todo salga bien. Lo único desechable son sus hojas, que cuestan apenas unos céntimos y vienen envueltas en hojas de papel encerado con tipografías maravillosas. Lo ideal es rasurarse ceremonialmente, usando jabón en barra cuajado en la brocha de pelo de tejón. Una mano tensa el cuello y la otra rapa cautelosamente.

Al terminar, los cortes se cauterizan con piedra de alumbre y se aplica un tónico con base de alcohol. Yo utilizo el mismo que tenían en la barbería del Liceo

Al terminar, los cortes se cauterizan con piedra de alumbre y se aplica un tónico con base de alcohol. Yo utilizo el mismo que tenían en la barbería del Liceo cuando nos llevaban a cortar el pelo de niños, el mentolado vigoroso de Floïd, que huele a antiguo. Papá decía que afeitarse “eleva el tono”. Cuando el planeta colapse, si tengo agua a mano, me pasaré la Edwin Jagger por la cara mientras pienso en sus palabras.

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