Opinión

Recuperador de aceite

Recuperador de aceite.
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Intento tener la cocina ordenada para encontrar las cosas a la primera. Para reconocerme capaz cuando hace falta algo. Entre mis pequeños logros está la cajita con las botellas de aceite, que van del excelente al pedáneo, que también intento que sea bueno. Uno no es de freír. Y cumple ese refrán cuasiracista que es todo un escáner de España: “el sur fríe, el centro asa y el norte guisa”. Aún así, cuando aceito la sartén de hierro para una fritura galdosiana, siempre tengo a mano el recuperador de aceite. 

Este cacharrín ya vivía en la casa cuando fui al cementerio para preguntarle a sus antiguos dueños si podía habitarla. Es el mismo, o muy parecido, al que veía usar a Oliva, la señora que cocinaba para mi abuela, filtrando hasta lo imposible aceites de mil frituras. Yo le llamo recuperador de aceite porque el otro ‘palabro’ que lo significa, grasera, hace apretar los dientes. Llamémosle, pues, recuperador. Está construido en aluminio, por lo que fue forzosamente fabricado después de la Segunda Guerra Mundial y tiene el logotipo de una marca americana en la base. Consta de dos cuerpos encajables con una tapa y un filtro que también se ensambla como una pieza de Lego. Tiene unas asas muy expresivas, como del bel design italiano, y una boca de pico en dos cuerpos para servir sin gotear. Es fácil deducir que uno de los compartimentos guarda la grasa de freír pescado y otro el de la carne, aunque yo unifico su trabajo con aceite de oliva de freír patatas (aquí nos salen unas tortillas bárbaras). 

Puede que este recuperador de aceite no sea la estrella de la cocina, pero me gusta darle uso y reclamar la cultura del reaprovechamiento que nos antecede. Tal vez, utensilios como este sean el único espejo en el que mirarnos para conseguir enfocar algo de futuro. Cuando los Alpes estén secos como el Atlas marroquí, si queda mundo después de mi mundo, quizá alguien recicle grasa en este cacharro y sienta idéntica satisfacción de contener el despilfarro. Reusar sin ser miserables es lo más juicioso que nos queda. Pongámosle filtro a esto de vivir.

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